El Gran Misterio de Dios

El Gran Misterio de Dios

Collevalenza 2008                              Iván Pojavnik. – 1ª Parte

 

Queridos Padres Obispos y hermanos sacerdotes, el Santo Padre Benedicto XVI en su discurso a los miembros de la Curia romana al final del año 2006 ha dicho entre otras cosas;

“La Iglesia debe hablar de tantas cosas: de todas las cosas conectadas con el ser humano, de la propia estructura y del propio orden y así sucesivamente. Pero su tema principal – bajo ciertos aspectos – el único es “ Dios”. Es el gran problema de Occidente, el olvido de Dios: es un olvido que se difunde. En definitiva, todos los problemas individuales pueden ser contestados a esta pregunta, estoy convencido.(…) Hablando de Dios, tocamos precisamente el argumento, que en la predicación de Jesús, constituía su interés central. El tema fundamental de tal predicación es el dominio de Dios, el “Reino de Dios”. (Benedicto XVI, D. El 22/12/2006).

 

El conocido escritor ruso Solzenitsin ha vivido muchos años bajo el régimen del comunismo ateo y ha experimentado los horrores del Gulag. Observando después en su caída tanta ruina en el propio país, se preguntaba: ¿porqué ha sucedido esto? He aquí su respuesta: porqué la gente se ha olvidado de Dios. Ahora el Papa constata una realidad similar en el Occidente y él también observa su ruina …En tal ambiente la Iglesia es llamada a irradiar siempre más la luz de Dios.

He aquí que emerge la misión central del Obispo y del sacerdote: ser “otro Cristo”: el revelador y portador de Dios a los hombres. El Papa afirma que el apóstol San Pablo llama a Timoteo, el Obispo, que es el tipo de sacerdote, “el hombre de Dios”.(1Tm 6,11). Pablo VI ha definido al sacerdote “el especialista de Dios”.

 

En definitiva, todos los problemas individuales de la vida de la Iglesia y de la humanidad se han de resolver en la referencia al Dios Creador y Salvador. “Un solo misterio es grande, el más grande, y el más escondido: Dios, al que se guarda también  el misterio de este”. (San Gregorio Nazianzeno, Discurso, 15,5).

 

Dios infinito en una bola de agua

 

 

“Este mundo se va alejando cada vez más de Dios y ya no escucha la palabra de mi Hijo Jesús. Así cae en las tinieblas de la negación de Dios, en el engañoso espejismo de pensar que se puede prescindir de Él.

Casi habéis conseguido construir una civilización solamente humana, cerrada obstinadamente a cualquier influjo divino.

Dios en su infinita Majestad, no puede menos que reírse de esta humanidad que se ha reunido para alzarse contra ÉL”. (M. 20/11/1976).

 

 

La humanidad está progresando en el siglo XX en muchos campos, pero en este se ha difundido y crecido el ateísmo. “Dios es luz, en Él no hay tinieblas”(1Gv 1,5). Observamos el proceso histórico del alejamiento de Dios y así se desciende a las tinieblas de la negación de Dios. Quien camina en las tinieblas, viene a ser víctima de un espejismo: no ve hacia donde va.

 

El pastor protestante D. Bonhoeffer ha sido un adversario de Hitler, por eso ha estado condenado a muerte. En la prisión ha escrito la carta en la cual repetía: “Los hombres viven como si Dios no existiera”. Todo sucede, como si Dios no existiese: en la filosofía, en la política, en la economía, en la masa media… El espejismo se presenta como un suceso: habéis construido una civilización que está cerrada a cualquier influjo divino. Dios, en su majestad no puede más que reírse de esta civilización.

 

Al lado de Venecia corre el río que se llama “Zero”. Yo ahora invito a todos: vamos a pasar por la orilla de este río y observemos su superficie. Veremos formarse una burbuja que se infla, se infla, se infla siempre más – y tiende a superar todo límite. Se infla contra el sol, las estrellas, las galaxias y el cielo. Pero en un cierto momento explota y se reajusta en el río Zero. Nosotros desde la orilla podemos sólo reír de esta burbuja de agua: y mucho más cuánto más estamos alejados de esa en el espacio y en el tiempo: por ejemplo, observándola de Collevalenza, de la Luna, o de la primera constelación vecina a nuestro sistema solar, que se llama Centauros y dista de nosotros 4 años luz y 4 meses (la velocidad de la luz es de 300.000 kms.)

 

El último Concilio ha reconocido la parte positiva de la civilización moderna y la ha integrado en la nueva visión global de toda la realidad. Pero ha rechazado la parte negativa que es la principal: el ateísmo, de la cual derivan todos los males. Enormes han estado y son los esfuerzos y la actividad de esta civilización, que atrae cada día la atención de la masa media y absorben los intereses de los hombres modernos. Pero “sin el Creador, la criatura se desvanece” (GS 36,3). Dios infinito y eterno no puede más que reírse de esta civilización que en su soberbia se infla como una burbuja y se esfuerza de superar los límites de las criaturas con la negación del Creador. EL brote de dos guerras mundiales fue una consecuencia de este inflamiento. Por tanto, ¿qué cosa es este inflarse de la civilización, como una burbuja de agua, de frente a la eternidad? “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Qo 1,2).

 

La Iglesia se ha enfrentado con el ateísmo, que es el núcleo más íntimo de la civilización moderna, en el Concilio Vaticano I:

“La santa Iglesia católica apostólica romana cree y confiesa que hay un solo Dios verdadero y vivo, Creador y Señor del cielo y la tierra, omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito en su intelecto, en su voluntad y en cada perfección. (…) Dios es realmente y esencialmente distinto del mundo, soberanamente santo en sí mismo y por sí mismo e inefablemente elevado sobre todo, lo que es y que puede ser diseñado fuera de ÉL”.

 

Esto es lo que El Concilio afirma en la Constitución dogmática sobre la fe católica en el año 1870.  Contra el ateísmo que estaba ya en marcha en el pueblo católico y cristiano el Concilio ha puesto de relieve la infinita Majestad de Dios Creador y Salvador, su trascendencia y su esencial diferencia con lo creado. Después del Concilio el ateísmo continuaba su avanzada. La Iglesia he debido de nuevo enfrentarse con el ateísmo en el Concilio Vaticano II, cuando este estaba ya mucho más difundido. En la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo leemos:

“La razón principal de la dignidad humana consiste en la llamada del hombre a la comunión con Dios: no existiría, en efecto, si creado por Dios por amor, no fuese, siempre por amor, conservado, ni viviría plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquél amor y no se fía de su Creador. Por eso, muchos de nuestros contemporáneos no perciben la realidad o explícitamente rechazan esta íntima y vital comunión con Dios, así que el ateísmo cuenta tras el aspecto más grave de nuestro tiempo”. (GS 19,1).

 

El texto conciliar delinea las consecuencias del ateísmo para el hombre mismo. Con la negación de Dios el hombre se destruye a sí mismo como imagen de Dios, y así contradice su dignidad fundamental, que lo enaltece sobre el universo material y animal.  Se deduce una tesis fundamental del ateísmo: el hombre es solo el animal más evolucionado. Esta tesis viene proclamada y exaltada en la masa media cada día que da millones y millones de vueltas al mundo.

 

“El ateísmo es el fenómeno más grave de nuestro tiempo. Estamos firmemente convencidos que la teoría en la cual se funda la negación de Dios es fundamentalmente errada, no responde a la instancia última e inderogable del pensamiento, priva el orden racional del mundo de su base auténtica y fecunda, que introduce en la vida humana (…) un dogma ciego que la degrada y la entristece, hace débil su misma raíz de cada sistema social en la cual pretende fundarse. No es una liberación, pero un drama que tiende de apagar la luz del Dios viviente”. (Pablo VI, Encíclica Ecclesiam suma, 1964).

 

El ateísmo introduce en la vida humana un dogma ciego. Según Pablo VI, el ateísmo no es racionalmente fundado. San Basilio Magno dice en su primera homilía sobre el Génesis: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1). Algunos tratan de engañarse con el ateísmo que llevaban dentro de sí, imaginaban el universo privado de guía y de orden, a merced de la casualidad” (In Hex.Hom. 1,2). El Papa Benedicto XVI cita este texto y agrega:

“Encuentro que las palabras de los Padres del siglo IV son de una actualidad sorprendente. Cuantos son “algunos” de estos hoy. Ellos, se engañan con el ateísmo, retienen y tratan de demostrar que es científico pensar que todo está privado de guía y orden, a merced de la casualidad”.( Catequesis, 9/11/2005).

El ateísmo moderno se presenta como explicación científica del mundo, pero no lo es. Si uno cierra los ojos delante de la luz del sol, no se apaga el sol pero queda ciego uno mismo. Me ha contado un sacerdote que antes de la segunda guerra mundial era catequista en una escuela superior en Ljubljana: Hablaba de Dios a los alumnos. Se levanta uno y lo contradice con muchas palabras afirmando: “Dios no existe”. Cuando terminó de hablar, el sacerdote le responde: “Demuestre que Dios no existe” ¡Usted debe demostrar que Dios no existe! El joven se detuvo: no podía hacerlo.

 

Pero, algunos creen en esta demostración: si Dios existiese, no habría tanto mal en la humanidad. Ya Platón en el siglo IV antes de Cristo vio que esta demostración es falsa. Este filósofo dice: el que elige el mal es culpable: Dios no tiene la culpa (cfr. República, 617d). Así que: los hombres son libres para elegir el mal, ellos son culpables, no Dios. La divina Revelación confirma esta verdad.

 

 

 

“Pero cuando, en el siglo pasado, mi Adversario quiso lanzar su guante de desafío e iniciar una lucha que, a través del error del ateísmo, habría de seducir y engañar a la humanidad entera, desde el cielo me he mostrado sobre la tierra como Inmaculada para confortaros, pues, ante todo, mi misión es la de combatir y vencer al Maligno”.(M.8/12/1975)

 

“Nunca como hoy, se ha dado una interpretación del gran Misterio de Dios tan mezquina y banal. Como consecuencia de esto, la fe de muchos se ha apagado y cada vez se difunden más en la Iglesia errores muy graves”. (M. 25/3/ 1982).

 

¿Por qué sucede esta contracción del misterio de Dios, si el Concilio Vaticano I  lo ha exaltado espléndidamente? En esto se necesita reconocer el influjo del ateísmo. “Negando a Dios y su reino entre nosotros, el ateísmo extiende una noche sin estrellas sobre el destino humano”  (Pablo VI, Catequesis, 22/10/1975). La noche del ateísmo ha crecido del 1870 al 1965 y después hasta ahora. El ateísmo atacaba el misterio de Dios en el pueblo cristiano y apagaba en los creyentes la fe en Dios. Conducía a la apostasía, a muchos a una apostasía práctica: el centro de ellos de gravitación no era más Dios infinito y eterno, pero la vida en este mundo. En muchos otros bajo el influjo de la gélida noche polar del ateísmo se enfriaba  siempre más la caridad sobrenatural y de consecuencia se hacían débiles las virtudes teologales de la fe y de la esperanza – en ellas se contraía el gran misterio de Dios. La crecida de la noche polar o mejor del invierno polar del ateísmo ciertamente influía aunque sobre el clero que se enfrentaba en la segunda parte del siglo décimo y en el siglo veinte. Y así hemos llegado a la más mezquina interpretación del infinito misterio de Dios.

 

Una gran visión de Dios

 

Y en este siglo, cuando el ateismo se ha organizado como fuerza destinada a la conquista del mundo entero y a la total destrucción de mi Iglesia, me he mostrado de nuevo  desde el Cielo para deciros que no temáis, porque en esta terrible lucha Yo seré la vencedora: ¡Al final mi Corazón Inmaculado triunfará!   (M. 8/12/1975).

San Buenaventura dice que Lucifer con la rebelión a Dios se ha convertido en “Noctifer” – el Portador de la noche. Nuestra Señora apareciendo en Fátima se ha mostrado  – en el milagro del sol – como la Mujer vestida del sol (cfr. Ap 12,1). La Mujer, vestida del sol de Dios, se contrapone a la noche polar del ateísmo, el cual su jefe, es el Portador de la noche. Nuestra Señora resplandece en el cielo con su gran fulgor, propio cuando la noche polar del ateísmo con la revolución bolchevique invade Rusia y su imperio.

 

Nuestra Señora, durante una aparición a los tres niños en Fátima, en un cierto momento abre las manos, ahora a través de su Corazón Inmaculado el Espíritu Santo ha descendido y a alzado el espíritu de estos niños y los ha inmerso en Dios: han sido llevados al tercer cielo y han visto el rostro de Dios todo lo que es posible durante esta vida.

 

El 13 de Mayo del 2000 en Fátima Juan Pablo II a notado un paralelo entre esta visión de Dios de parte de los tres niños y la revelación de Dios a Moisés sobre el monte Oreb:

La gran visión de Dios en la zarza ardiente. La teofania fue decisiva para la vida de Moisés y para su misión de conducir al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto a la tierra prometida de Dios.

Egipto en aquel tiempo era una gran potencia mundial, pero idólatra. Los hijos de Israel gritaban a Dios para ser liberados del yugo de una civilización idólatra.

 

“Contestó  Moisés a Dios: “Si voy a los israelitas y les digo: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros y ellos me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?” Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros”. (Ex. 3, 13 – 14).

 

Según los Padres de la Iglesia, Dios ha revelado a Moisés su nombre más apropiado: Yo soy el que soy (Yahvé) – Yo soy. Dios es el único Ser, y el Ser subsistente. San Gregorio de Nazianzo (+390), uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia de Oriente dice:

“Dios fue siempre y será siempre – o mejor, es siempre. En efecto, “ÉL era y Él será” indica la división del tiempo en relación a nosotros y a la naturaleza humana peregrinante, mientras Dios es siempre, y así se llama a sí Mismo mientras habla con Moisés en la montaña. Dios, en efecto, posee y adjunta en sí Mismo todos los seres, es sin inicio y sin fin, como un infinito mar de seres sin límites”.  (Discurso 38,7)

 

El santo Doctor con una bellísima metáfora paragona a Dios, que es sin inicio y sin fin, a “un océano sin límite”. En suma, Dios es EL SER infinito, la infinita Plena, el Ser infinitamente perfecto, verdadero, bueno, bello… Al joven que lo ha llamado “Maestro bueno”,  Jesús le responde: “¿ Porque me llamas bueno?” “Ninguno es bueno, sino uno solo, Dios” (Lc 18,19). Los seres creados de la nada son, en tanto y en cuanto son partícipes del único Ser; y por tanto son verdaderos, buenos, bellos…

 

“El mundo entero es ante ti como un gramo en la balanza, como gota de rocío matutino sobre la tierra” (Sb 11, 22). La luz del sol que surge se refleja en una gota de rocío. En modo análogo la luz del Sol de la justicia se refleja en el universo creado, que es como una gota de rocío matutino de frente a su esplendor sin límites.

 

Dios es infinitamente santo en Sí Mismo. Él no tiene necesidad de la creación, porque ella no agrega nada a su infinitud. ¡Dios no tiene necesidad de nada; no tiene necesidad ni de los ángeles ni de los hombres ni de otros seres – no tiene necesidad de nada!

 

“Aquel que te pregunte: ¿Por qué Dios ha creado el cielo y la tierra? Necesitas  responder: “Porque Él así lo ha querido”. La Voluntad de Dios es la causa del cielo y la tierra y por tanto, la voluntad de Dios es mayor que el cielo y la tierra”. (San Agustín).

 

Dios ha querido el cielo y la tierra y por eso, con su voluntad Omnipotente lo ha hecho todo de la nada a la existencia. El Concilio Vaticano I  ha resumido la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Tradición afirmando que “el mundo ha estado creado para la gloria de Dios”. (DS 3025). Dios no ha creado el mundo para aumentar su gloria, porqué es infinita, pero para comunicarla a la criatura, para hacer felices los ángeles y a los hombres, que es participar de su beatitud. En el universo creado resplandece la gloria de Dios: su infinita sabiduría, bondad, amor, belleza…que le otorga la existencia y la vida. “La gloria de Dios es el Amor”. (Benedicto XVI, discurso a los Obispos latinoamericanos en Aparecida en Brasil, (13/5/2007) .

Dios, que se revela de manera sobrenatural, es Dios de la Alianza y de la gracia: ÉL inefablemente te ama y quiere donarse a ti para hacerte feliz.

 

San Ireneo de León, Obispo y mártir en el 202, ha sido discípulo de San Policarpo y  éste de San Juan Apóstol. San Irineo escribe: “La gloria de Dios, es en efecto,  el hombre viviente  y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios a través de la creación procuró la vida a todos los seres que viven sobre la tierra, cuanto más la manifestación del Padre por medio del Verbo da vida a ellos que ven a Dios”  (contra la herejía, 4,20,7). La revelación de Dios por medio del universo visible da vida a los seres vivientes de la tierra, en particular al hombre. Pero esto es solo un pequeño reflejo de la gloria de Dios. ¡Pero cuanto más vivirá el hombre, cuando verá a Dios cara a cara en la visión beatificante!

 

La encarnación del Hijo eterno de Dios manifiesta mucho más que toda la creación la gloria de Dios, la gloria que es el Amor. “El verbo se hace carne y viene a habitar en medio de nosotros; y nosotros vemos su gloria, gloria como el Unigénito del Padre, pleno de gracia y de verdad”. (Gv 1,14). Jesucristo revela la profundidad insondable de la vida íntima Dios: el misterio del Padre, del Hijo, y del espíritu Santo: el misterio de Dios Uno y Trino. Dios ha creado todo por medio de su Logos eterno y por esto, en la creación resuena un eco del Logos. Dios ha creado todo en el Espíritu Santo que es el Amor personal, el Don del Padre y del Hijo. La creación ahora procede del Amor eterno, es un Don – cada criatura es un Don.

 

En el quinto siglo San Agustín ha escrito su célebre obra “La Trinidad”, en la cual explica que en todas las criaturas están las huellas de la Divina Trinidad.  En esta  perspectiva el Papa Pio XI  ha dicho que el universo material tiene tres dimensiones: “longitud, largueza, y profundidad, ¡se podría decir que lleva la marca de fábrica del Creador; El Artífice Uno y Trino que ha dejado su impronta!

Y así el alma nuestra en sus tres facultades: intelecto, memoria y voluntad lleva la imagen de su Creador”. (Discurso, 7/4/1935).

 

Dios es el Ser Absoluto, quiere decir no está obligado, no depende de nadie. Los seres creados, en vez, no son absolutos, están obligados a Dios Creador y totalmente  dependientes de ÉL en el ser y en el actuar. Según el grado de perfección son suspendidos al de arriba del polo de la nada y sin el Creador caerían en la nada. ÉL con su Omnipotencia lleva todos los seres, los sostiene y mantiene en su existencia.  Dios es una medida absoluta de todos los seres y con referencia a Él ellos son estables en la medida creatural, es decir, en la tranquilidad del orden – en la paz.

 

“Los cielos cuentan la gloria de Dios,

el firmamento anuncia la obra de sus manos;

el día al día comunica el mensaje,

la noche a la noche le pasa la noticia.

Sin hablar y sin palabras,

Y sin voz que pueda oírse,

Por toda la tierra resuena su proclama,

Por los confines del orbe sus palabras.

                                                                                      (Sal 18, 2 – 5)

 

Con su referencia al Creador todos los seres glorifican a Dios, de la cual reciben todo lo que son. La creación es una admirable sinfonía que no cesa jamás de cantar la gloria de Dios.

En todo el tiempo los hombres sobre la tierra admiran el cielo estrellado. Con los ojos se pueden ver cerca de 5000 estrellas. Al final del siglo XVI ha sido descubierto el telescopio y así se podía ver un mayor número de estrellas: el campo visivo del ojo humano ha sido profundizado. En seguida el telescopio venía siempre más perfeccionado: crecía la capacidad de engrandecimiento y el astrónomo podía ver más en profundidad el cielo. De la segunda mitad del siglo XIX a la primera mitad del siglo XX  la astronomía se concentraba en la observación de la galaxia en la cual se encuentra

Nuestro sistema solar. Esta galaxia contiene cerca de 200 billones de estrellas, se diría, de soles. En el universo existen galaxias y galaxias, grupos admirables de galaxias. Según el cálculo de la astrofísica de hoy, existen cerca de 100 billones de galaxias estelares. Es por esto, que leemos en el salmo, Dios llama cada estrella por su nombre.(cfr. Sal 146,4).

 

En el último siglo  el ateísmo materialista afirmaba un gran dogma: el universo material es eterno, la materia es increada. El descubrimiento más sorprendente del siglo XX ha estado la expansión del universo. Una galaxia que con el telescopio observamos distante de nosotros cientos millones de años luz, la vemos en el estado que se encontraba ciento millones de años atrás. Con el telescopio más potente los astrónomos están descubriendo la historia del universo. Pues con el descubrimiento y el enlace de ciertas leyes, la astrofísica, más bien ha constatado la fase de la crecida del universo y se ha avecinado a su punto inicial. Cerca de 15 billones de años atrás se ha iniciado este universo que antes no existía. La astrofísica es así llegada al umbral del misterio de la creación. Pero, se diría, que se derrumbó el dogma del ateísmo material. Ha sido un dogma ciego filosófico y no científico.

Jesús dice en el Evangelio :  “En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza  están todos contados”. (Mt 10,30).  Yo he preguntado a una Doctora: ¿cuántas células hay en el organismo humano? Ella me ha respondido: no lo sabemos. Con el microscopio electrónico han sido capaces recientemente a ver los lineamentos de ciertas moléculas. Una molécula de mi ojo oscila 750 millones de vueltas al segundo – y yo esto no lo veo. El cuerpo físico humano es un maravilloso microcosmo, en el cual hay un reflejo de la gloria de Dios.

 

El Creador está siempre obrando: diversidad de actuaciones “que obra todo en todos” (1Cor 12, 6). La criatura después obra en el mismo nivel como causa segunda.

Dios está presente en todo en cada parte de la creación: “En Él en efecto, vivimos, nos movemos y existimos” ( At 17,28). Pero, ningún ser creado puede totalmente abrazar a Dios, porque Él escapa a una toma total y como Creador trasciende inmensamente la  criatura.

 

En el tiempo estamos siempre de frente al misterio de Dios eterno. Cuando San Agustín buscaba a Dios, ha meditado mucho sobre el tiempo y la eternidad. El escribe en sus Confesiones: “Más Tú eres el Mismo, no tienen fin tus años” (Sal 101, 28). Y tus años no vienen y se van, pero nuestros años, en vez, vienen y se van. Y tus años son todos de modo simultáneos… y tus años son un día y tu día no se renueva cada día. Tu “hoy” es la eternidad”. (Confesiones 11,13,16).

 

Nosotros vivimos en el tiempo terrestre que es circular a causa de la rotación de la Tierra: experimentamos día tras día, meses tras meses, año tras año…

Aristóteles nos ha dado una recta definición: el tiempo es la medida del movimiento respecto  al antes y al después. En el tiempo terrestre hay un antes y un después, hay una sucesión de los momentos.

 

En Dios no hay un antes y un después – Él no está  sometido a una sucesión. Para Él no existe el pasado ni el futuro. Dios es eterno: Él está siempre en su “hoy” que es sin inicio y sin fin. Escribe el apóstol Santiago: “En Dios no hay cambio ni fase de sombra” (St. 1,17). Dios es siempre el Mismo: es inmutable, porque es eterno.

 

Jesús nos dice: “El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea el siervo de todos,

que tampoco El Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos”. (Mc 10, 44-45).

 

En la misión salvadora del Hijo del hombre se refleja el Misterio de Dios. Dios en efecto, es el Primero: el primer Ser. Como tal él sirve con amor a todos los seres creados. Lo confiesa el salmista del Antiguo Testamento: “Todos ellos esperan de ti que les des su comida a su tiempo; se las das y ellos la toman, abres tus manos y se sacian de tus bienes” (Sal. 103,27). Dios cuida con amor de todos los seres creados, los nutre y los sacia, para que puedan subsistir y actuar. Este cuidado amoroso de Dios se llama la “Divina Providencia”. Dios cuida de los átomos, y de las partículas, de las moléculas, del sol, de la galaxia estelar, de la tierra, de las células, de las plantas, de los animales, y en particular del hombre y de los hombres sobre el globo rotando en el espacio.

“Cada cosa está a tu servicio”(Sal 118,91). Todas las cosas sirven a Dios como supremo Benefactor, Ordenador y Soberano, cuando obran según las leyes que Él ha escrito en la naturaleza de ellos.

 

Los pequeños niños de Maria: testimonios de la Gloria de Dios  

 

San Pío X ha escrito la encíclica “Ad diem illud” en la inminencia del quincuagésimo  aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción: “Nos encontramos en tiempos funestos, es verdad, tanto de poder hacer nuestra la palabra del Profeta  “ No hay verdad, no hay misericordia, y no hay conocimiento de Dios en la tierra. La blasfemia, la vergüenza, el homicidio, el robo y el adulterio la han inundado”. (Os 4, 1-2). Todavía, en medio de este casi diluvio del mal, a manera de arco iris la Virgen clementísima se nos presenta a nuestros ojos, casi árbitra de la paz entre Dios y los hombres: “ Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre Yo y la tierra” (Gn 9,13). Imprevista también la tormenta, en una noche oscura ocupa el cielo; ninguno se consterne. A la vista de Maria, Dios se apiadará, y perdonará. “Pues en cuanto esté el arco en las nubes, yo lo veré para recordar la alianza perpetua” (Gn 9,16). “Y no habrá más aguas diluviales para exterminar la vida”. (Gn 9,15). (Pío X, Encíclica Ad diem illud, 2,2,1904)

 

Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios. Con el rechazo de Cristo ha nacido en el pueblo cristiano el ateísmo más profundo de la historia. Pío X constata que está en  curso una lucha contra “todo lo que es sobrenatural, porque detrás de lo sobrenatural se encuentra Dios, y lo que se quiere cancelar del corazón y del alma del hombre es justo Dios” (Encíclica Une fois encore, 1907). De esto deriva un diluvio del mal al inicio del siglo XX.  De otra manera sobre el pueblo culpable pesa la amenaza del castigo de Dios, tres veces Santo.

Pero aquí el Papa ve intervenir a la Madre de Dios, que ha estado prefigurada en el arco iris sobre el diluvio universal, en la escala que ha visto el patriarca Jacob, en el arbusto que ardía y no se consumía – y que Moisés lo miraba con estupor.

 

“No se turbe, hijos míos predilectos, vuestro corazón. ¿Por qué dudáis? ¿Por qué miráis inseguros el presente y el futuro buscando la señal que Yo os he predicho? Una sola es la señal que Dios da al mundo y al Iglesia de hoy: Yo misma.

Yo sola soy anunciada como la gran señal en el cielo: la Mujer vestida del Sol, con la luna como alfombra a sus pies y doce estrellas, cual luminosa corona, alrededor de su cabeza.

Ya está predicha mi victoria sobre el Dragón rojo, sobre el ateísmo triunfante y aparentemente hoy victorioso. Esta victoria mía se obtendrá por medio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo, y esta victoria mía la alcanzaré con los Sacerdotes de mi Movimiento.

No busquéis, por ahora, otros prodigios en el Cielo:¡Este será el único prodigio!”.(M.30/11/1974).

 

Sobre el diluvio del mal de la primera guerra mundial, nuestra Señora se ha aparecido en Fátima como la Mujer vestida del Sol, y aún como el arco iris. En el milagro del Sol se difundía aunque un arco iris. Para los tres pastorcitos, su Corazón Inmaculado ha estado el arbusto ardiente. Mucho más grande que el milagro exterior del sol en Fátima ha estado aquél interior de la transformación del corazón de los tres pequeños niños en el Corazón inmaculado de la Madre Celeste.

En efecto, a través de la escala admirable del Corazón Inmaculado de la Madre de Dios ha descendido el Espíritu Santo, aunque Cristo en el Espíritu Santo, y los niños han estado elevados en el mar de la luz paradisíaca y delante de su espíritu se ha estado abriendo una majestuosa visión de Dios. Así se han convertido en portadores de una magnífica visión del Misterio de Dios. Francisco después ha declarado: “¡Como es Dios! No se puede decir. Esto si que nosotros nunca lo podremos decir”.  Encontramos en los labios del niño la misma verdad que han expresado los padres del Concilio Vaticano I: “Dios es inefablemente elevado sobre todo lo que hay o que puede ser diseñado fuera de ÉL”. Los tres pequeños niños de Maria, mediante una revelación de su Corazón Inmaculado, se han convertido en testimonio de la gloria del Dios viviente.

 

Ahora que la noche del ateísmo es mucho más grande que al inicio del siglo XX y el diluvio del mal amenaza la supervivencia del pueblo, he aquí que este es el solo prodigio en el cielo: se está avecinando a nosotros, sus pequeños niños, la  Mujer vestida del sol. Su Corazón Inmaculado se está abriendo al nuestro como un arbusto ardiente y como un arco iris estupendo, en la cual se reflejan las perfecciones del Sol divino. El Espíritu Santo se vierte y eleva el corazón vuestro, sobre la escala del Corazón Inmaculado, y así contemplamos siempre más, en Cristo, la gloria del Dios viviente. Gracias al milagro del Sol en vuestro corazón, somos siempre más portadores de una gran visión del Misterio de Dios y testimonio de su gloria.

Sobre la tierra los mosquitos y los hombres tienen necesidad del sol para poder vivir, pero el sol no tiene necesidad del servicio de los hombres.

 

“Así nuestro servicio no agrega nada a Dios, porque Dios no tiene necesidad del servicio humano; pero a ellos que lo siguen y le sirven les dona la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna, (…) Él es de hecho rico, perfecto y sin indigencia. En cuanto Dios no necesita nada, el hombre tiene necesidad de comunión con Dios”.

(San Irineo de Lione, Contra la herejía, 4, 13-14,1). En esta perspectiva de San Irineo nuestra Señora explica el milagro del sol, ocurrido en Fátima el 13 de Octubre de 1917, en el mensaje del 13 de Octubre de 1977, dado en Fátima:

 

“Hijos predilectos, caminad con confianza.

Recordáis con alegría la gran señal que, hace sesenta años, di en esta tierra que escogí para manifestarme. A esta señal llamáis “el milagro del sol”.

Sí, hijos, también el sol, al igual que toda la creación, obedece las leyes establecidas por su Creador. Pero a veces, cuando Dios lo quiere, cambia su forma de actuar.

También el sol, como toda la creación, se somete obediente a lo que Dios ordena.

Con este milagro quise daros a entender que mi victoria consistirá en reconducir a los hombres a la dócil obediencia a la voluntad de Dios.

Pero el sol es fuente de luz. La tierra germina y se hace fecunda por la fuerza de su calor y vosotros vivís en la tierra por la luz que recibís de él. Vuestra actividad se inicia con su salida y con su ocaso coincide el final de vuestro trabajo.

Con todo ello quise indicaros que mi victoria consistirá, sobre todo, en hacer que la luz vuelva a brillar sobre el mundo y sobre la Iglesia. El mundo será iluminado de nuevo, porque se ofrecerá enteramente a la adoración y a la glorificación de Dios.

Y la Iglesia, ahuyentadas todas las tinieblas del error, de la infidelidad y del pecado, que ahora la oscurecen, volverá a brillar con la luz de la Verdad, de la Gracia y de la Santidad. Jesús resplandecerá de tal forma en la vida de la Iglesia que Ella misma será el más potente foco de luz para todas las naciones de la tierra.

Pero la más grande victoria de mi Corazón Inmaculado de Madre consistirá en hacer que Jesús resplandezca en las almas de todos sus hijos”. (M. 13/10/1977).

 

Iván Pojavnik

Sacerdote

Ejercicios espirituales Internacionales MSM

Collevalenza- Santuario del Amor Misericordioso

Año 2008

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