Padre Arteaga – Homilía

Padre Arteaga – Homilía

HOMILÍA PRONUNCIADA POR EL PADRE ARTEAGA EN EL CENÁCULO DE 4-4-90.

Queridos hermanos: en el cenáculo del mes pasado comentábamos el mensaje de la virgen a D. Gobbi, que lleva por título: “El número de la Bestia: 666”.

El número la bestia oculta un nombre de hombre. Con la inteligencia, iluminada por la luz de la divina Sabiduría, se logra descifrar, a partir del número 666, el nombre de un hombre, y este nombre, en términos generales, indicado por tal número, es el del ANTICRISTO.

En tiempos del Apóstol Juan, el Anticristo era el imperio romano, que se concretaba en un determinado emperador perseguidor del cristianismo, por ejemplo, el sanguinario  Neron.

Algunos exégetas aplican al número 666 el número llamado “triangular”, que, como la gematría, servía para ocultar nombres, que era comprometido expresar abiertamente o también para expresar el simbolismo.

El “número triangular” se obtiene sumando las cifras que van del 1 al número propuesto. Así el número triangular del 5 es: 1+2+3+4+5= 15.

A estos exégetas no les convence la tentativa de ver en el arcano del número 666 el absolutismo imperial romano o el mismo imperio romano.

San Juán dice expresamente que es número “de hombre”.

Entonces la clave la daría el mismo Apostol en el capítulo 17,11 de su Apocalipsis que dice así: “Cinco (reyes) han caído, uno vive, y el otro no ha venido aún, pero cuando venga durará poco tiempo. Y la Bestia que era y ya no es, es el octavo, uno de los siete, que va a su petición”.

La lista de los emperadores romanos del siglo I del cristianismo es las siguiente:.

  • Año31 antes de Cristo al 14 después de Cristo: Augusto.
  • Año 14 a 37: Tiberio.
  • Año 37 a 41: Calígula.
  • Año 41 a 54: Claudio.
  • Año 54 a 68: Nerón.

Estos cinco habrían muerto cuando todavía no se había redactado el Apocalipsis definitivamente.

Uno vive:  69 a 79: Vespasiano.

El otro no ha venido aun: 79 a 81: Tito.

Y la bestia es el octavo :81 a 96: Domiciano.

96 a 98: Nerva.

98 a 117: Trajano.

Admitiendo que un primer vaticinio o redacción del Apocalipsis se hubiera hecho bajo el emperadores Vespasiano, “el octavo” muy bien pudiera ser el emperador Domiciano, que fue quien, según la tradición, le condenó a ser abrasado vivo en una caldera de aceite hirviendo, de la que, salvado milagrosamente, fue condenado “ad metalla” (= a las minas), en la isla de Patmos, donde vio la luz definitiva el Apocalipsis.

Al decir que el “octavo” aplicamos el número triangular de 8 que es 1+2+3+4+5+6+7+8=36. Luego el numero triangular de dicho Emperador es el 36. El cual a su vez desarrollado:  36 +9+10+11+   +35+36 es igual a 666.

Luego el nombre de “hombre” que oculta el 666 es el del emperador Domiciano.

Pero es claro que la Apocalipsis parte de hechos históricos y los proyecta como tipo y figura de las constantes de la historia humana a través de la historia de la salvación.

Por tanto, Anticristo fue Mahoma, que en la lengua sagrada se escribe Mahometis y aplicando el valor gemático de las letras que lo componen es 40+1+70+40+5+300+10+200=666.

En consecuencia Anticristos serán todos los que niegan a Dios y a su Mesías, Jesucristo.

Hay que adorar a Dios en Espíritu y en Verdad. Y la Verdad es que Dios quiere ser adorado, no en el monte Sión, ni en el monte Garizim,  sino a través de la Sacratísima Humanidad de Jesucristo: “Destruir este templo, (y se señalaba a si mismo), y Yo le reedificaré en tres días”.

Tanto los que niega la humanidad de Cristo, como los que niegan su divinidad son Anticristos. Cristo es la unión  hipostática de dos naturalezas: divina y humana.

Y hay que adorarle así en Espíritu y en Verdad.

En este período histórico de finales del siglo y de milenio, la masonería, ayudada por la masonería eclesiástica, lograra su, por tanto tiempo deseado, empeño: construir un ídolo que se ponga en lugar de Cristo y de  su Iglesia.

Un falso Cristo y una falsa Iglesia.

Habremos así alcanzado el vértice de la purificación, de la gran tribulación y de la apostasía.

La apostasía estará ya generalizada porque todos adorarán y seguirán al falso Cristo y a la falsa Iglesia.

El salmo segundo anunció ya este estado de cosas. A través de los siglos, la mirada del Salmista inspirado percibió este drama de naturaleza espiritual, que se ha convertido en el drama de las modernas sociedades.

El Salmista se pregunta asombrado: “¿Por que se amotinan las naciones y los pueblos planean un fracaso?. Se alían los reyes de la tierra y a una se confabulan los príncipes contra Yavhé, (Dios), y su ungido, (Cristo). ¡Rompamos sus coyunturas!. ¡Sacudamos de nosotros sus ataduras!.

A esta rebelión, urdida desde luego, fijémonos bien, como una “conspiración”, el ateísmo de hoy, doctrinal, (sociedades marxistas), o práctico, (sociedades capitalistas), le ha dado una virulencia y una extensión como jamás la ha conocido la historia de la Humanidad.

Y ante el auge, la marea creciente de esta rebelión de Reyes y Príncipes, pueblos y naciones, ¿que hace el Señor?.

El que habita en los cielos se ríe, el Señor se burla de ellos, de los que  por un tiempo les deja realizar sus planes.

Luego, a su debido tiempo, les hablara con vida y los espartará con su furor.

Y ¿que les dirá?. Se contentará con recordarles, y la fuerza de esta verdad causará espanto en el campo adversario, la inmutabilidad de su designio divino que ha establecido de una vez para siempre a su Cristo en el centro de toda la Creación, el Soberano Señor a quien todos los Ángeles y los hombres deben reconocer y doblar ante El las rodillas en el cielo, en la tierra y en el abismo.

Este Mesías marcado por “la unción”, (Cristo), Dios le designa como su propio Hijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy”. Este “hoy” es el de la eternidad, el eterno hoy del Padre Celeste: “engendrado, no creado, de la misma crudeza que el Padre”.

Por decreto divino: “Yo te he constituido mi Rey sobre Sión, ni monte Santo”.

Este Mesías-Rey será, por tanto, el Rey y Sacerdote de la futura Iglesia, pero cuyo dominio se extenderá a todo el Universo creado: “Pídemeló y te darér en herencia todas las Naciones, en posesión los confines de la Tierra”.

Después de amenazar a los rebeldes con gobernarlos con cetró de hierro y quebrarlos como vasija de alfarero, el salmos segundo se cierra con una urgente exhortación a corregirse, a apartarse del camino de la perdición, a convertirse al Señor, siempre dispuesto a perdonar: “¡Dichosos los que se refugian en El!”.

Y “ahora, sigue la salmodia, ser sensatos, Reyes, escarmentad  los que regís la tierra, servid al Señor con temor; rendirle homenaje temblando, no sea qué se irrite y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en El!”.

La Sagrada Escritura es lección y aviso para los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares; es espejo del presente y advertencia para el porvenir.

Pero nunca como en esta época del Iglesia este Salmo adquiere una relevancia profética tan extraordinaria.

En él que vemos retratado perfectamente el drama de la gran apostasía de nuestra época.

Los griegos usaban esta palabra en un sentido político como revolución separatista, secesionista: “apostasis”  sería la acción de separarse; “apostasía, el resultado,  y  “apróstata” el militante comprometido.

Pero esta rebelión secesionista, tiene ya en el Antiguo Testamento un marcado sentido religioso, (Isaías 31,1,2. Malaquias 5,8). coherente con  el significado que hoy tiene la palabra apóstata.

La rebeldía contra Dios y su Mesías lo demuestran con claridad.

Se trata de una apostasía, de una rebelión generalizada contra Dios y de una defección contra el cristianismo; de infidelidad a la doctrina de Cristo, y relacionada con toda seguridad con las actividades del  Anticristo.

Es la que se conoce como “la gran apostasía”, prevista para el final de los tiempos.

Esta apostasía final es un hecho claramente reflejado en la Sagrada Escritura, que no puede ponerse en duda por quien admita la “inspiración” de la misma.

Se podrá precisar su mayor o menor extensión; se podrá dudar del orden de los acontecimientos escatológicos que la han de preceder; si la apostasía será un hecho inmediatamente precedente a la segunda venida del Señor.

Se habrá de poner de acuerdo su doctrina con la conversión de los judíos en masa, predicha también, según una opinión muy generalizada, para los últimos tiempos.

Se podrá relacionar más o menos con la actividad del  Anticristo, pero San Pablo es terminante en afirmar su existencia.

En cuanto a su extensión, aunque grande como se deduce de la duda expresada por Cristo en S. Lucas: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?”; de que San Pablo la llama “la apostasía” con el artículo que la determina como la apostasía generalizada; el “enfriamiento de la caridad de la gran mayoría por el exceso de maldad”, según recalca San Mateo, sin embargo, no será una defección total. La misma palabra de Jesús al haber prometido a su Iglesia su asistencia hasta el fin de los siglos, nos lo asegura, y la abreviación de los días de persecución en favor de los elegidos con la presencia de estos en la segunda venida del Señor lo confirma.

La apostasía, religiosamente considerada, es el pecado más grave por el alejamiento, que el hombre provoca y vive, de Dios, al suprimirle de su fe y perspectiva, y por lo mismo de su culto y moralidad, cercenando radicalmente sus derechos exclusivos.

El apóstata es el vivo retrato de Satanás y de los ángeles rebeldes, cuando por orgullo se rebelaron y se separaron de Dios: ¡non serviam!.

Por eso están marcados todos con el número y el signo de la Bestia. En efecto sumando el valor númerico de las letras griegas que componen la palabra apóstata:  ιιαποστατηξ   ((¿?))       =1+80+70+6+1+300+8+200, da 666 ( En griego la letra dobla (sigma-tau) vale 6).

Y ahora podéis comprender mejor el mensaje dado a Don Gobbi el 8 de septiembre de  1989 en Dongo, Como, que lleva por título:

La marca en la frente y en la mano

«Hoy es la fiesta del nacimiento de vuestra Madre Celeste, hijos míos predilectos consagrados a mi Corazón Inmaculado.

Vividla en la alegría y en la paz, en el silencio y en la oración, en la confianza y en el filial abandono.

Vosotros sois los pequeños niños de vuestra Madre Niña.

Sois parte de mi progenie y pieza clave de mi designio victorioso.

Formáis una corona preciosa de pureza, de amor y de humildad en torno a la cuna en la que Yo estoy recostada.

Dejaos nutrir y formar por Mí; dejaos conducir con docilidad por Mí; dejaos marcar por Mí con mi sello maternal.

Éstos son los tiempos en que los seguidores de aquél que se opone a Cristo son sellados con la marca en la frente y sobre la mano.

-La marca en la frente y en la mano es expresión de una total dependencia de quien es marcado por este signo.

El signo significa a aquél que es enemigo de Cristo, es decir, el Anticristo, y su marca cuando es impresa significa la completa pertenencia de la persona signada al ejército de aquel que se opone a Cristo y lucha contra su Divino y Real Dominio.

La marca es impresa en la frente y en la mano.

-La frente indica la inteligencia, porque la mente es la  sede de la razón humana.

La mano expresa la actividad humana, porque es con sus manos que el hombre actúa y trabaja.

Por lo tanto, es la persona la que es marcada con el sello del Anticristo en su inteligencia y en su voluntad.

Quien permite ser señalado con la marca en la frente es conducido a acoger la doctrina de la negación de Dios, del rechazo de su Ley, del ateísmo, que en estos tiempos, es cada vez más difundido y propagado.

Y así, es impulsado a seguir las ideologías hoy de moda y a hacerse propagador de todos los errores.

Quien permite ser señalado con la marca en la mano es obligado a actuar de una manera autónoma e independiente de Dios, ordenando la propia actividad a la búsqueda de bienes solamente materiales y terrenos.

De ese modo sustrae su acción al designio del Padre, que quiere iluminarla y sostenerla con su Divina Providencia; al amor del Hijo, que hace de la fatiga humana un medio precioso para su misma redención y santificación; al poder del Espíritu Santo que actúa por doquier para renovar interiormente a cada criatura.

Quien es marcado en la mano trabaja sólo para sí mismo, para acumular bienes materiales; hace del dinero su dios y acaba siendo víctima del materialismo.

Quien es marcado en la mano obra solo para la satisfacción de los propios sentidos, para buscar el bienestar y el placer, para dar plena satisfacción a todas sus pasiones, especialmente a la de la impureza, y se hace víctima del hedonismo.

Quien es señalado con la marca en la mano hace de su propio yo el centro de todo su obrar, mira a los demás como objetos para usar y explotar para provecho propio y se hace víctima del egoísmo desenfrenado y de la falta de amor.

Si mi Adversario marca con su sello a todos sus secuaces, ha llegado el tiempo en que también Yo, vuestra Celeste Capitana, marco con mi sello maternal a todos aquellos que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado y forman parte de mi ejército.

Imprimo en vuestra frente mi sello con el Signo Santísimo de la Cruz de mi Hijo Jesús.

Así abro la inteligencia humana para acoger su Divina Palabra, amarla, vivirla; os conduzco a confiaros completamente a Jesús que os la ha revelado, y os transformo hoy en valientes testimonios de fe.

A los signados en la frente con la marca blasfema, Yo contrapongo a mis hijos, signados con la Cruz de Jesucristo.

Después ordeno toda vuestra actividad a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad.

Por eso imprimo en vuestra mano mi sello que es el signo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Con el signo del Padre, vuestra actividad humana es ordenada a una perfecta cooperación al designio de su Divina Providencia, que también hoy sigue disponiendo todas las  cosas para vuestro bien.

Con el signo del Hijo, cada una de vuestras acciones es injertada profundamente en el misterio de su Divina Redención.

Con el signo del Espíritu Santo, todo vuestro obrar se abre a su poderosa fuerza de santificación, que sopla por todas partes como un fuego potente, para renovar desde los fundamentos a todo el mundo.

Hijos míos predilectos, dejaos marcar todos, en la frente y en la mano con mi sello maternal en este día en el que, recogidos con amor en torno a mi cuna, celebráis la fiesta del Nacimiento terreno de vuestra Madre Celestial.».

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