Los Sufrimientos Vicarios

Los Sufrimientos Vicarios

Los sufrimientos vicarios y oraciones en nuestras vidas

ofrecidas a Nuestra Señora, en el Espíritu del M.S.M.  

y las enseñanzas de la Iglesia   P. Francis Geremía  Año 2012

 

 

 

                Introducción  

 

La realidad de la Misericordia de Dios es la fundación de todos los sufrimientos vicarios. Nuestra Señora nos introduce en la Misericordia de Jesús, y como veremos después, Ella nos inspira también a ser misericordiosos, aceptando los sufrimientos por el bien de otros. El siguiente Mensaje es del 28 de Marzo de 1997.

“Tanto amó el Padre al mundo que le dio a su Hijo Unigénito, para que el mundo fuera salvado por medio de Él.

Jesús se ofrece como precio de vuestro rescate.Jesús se inmola por vuestra salvación.Jesús muere sobre la Cruz, para que alcance a toda la humanidad el don de su redención.

Ved en Jesús crucificado la imagen viviente de la Misericordia del Padre.

Es la Misericordia la que impulsa al Padre a daros a su Hijo Unigénito.

Es la Misericordia la que lleva a Jesús a inmolarse por vosotros en la Cruz.

Es la Misericordia la que hace descender sobre su Cuerpo Divino todos los golpes, los insultos y los ultrajes de este día.

Contemplad Conmigo cómo se abren sobre su Cuerpo inmolado los nuevos brotes de la Divina Misericordia.

Inclinaos Conmigo para besar las flores perfumadas de la Misericordia, que se abren por todo su sufrimiento”. (28/3/1997).

 

En el segundo volumen de “Jesús de Nazaret, Benedicto XVI nos da una explicación teológica de los sufrimientos vicarios (lo que sentimos contemplando espiritualmente los sufrimientos de otra persona). Hablando de la Institución de la Eucaristía, el Santo Padre dice que Dios es siempre fiel a su Alianza: “Esta fidelidad significa que Él actúa  no solamente como Dios hacia los hombres, pero también como hombre hacia Dios… Como la figura del siervo sufriente cuando Él llevó los pecados de muchos (Is.53,12), va mano a mano con la promesa de la nueva e indiscutible Alianza. La Alianza que está plantada en el corazón de los hombres, en la humanidad, de tal manera que no puede ser destruida. Que a través de los sufrimientos del Hijo que llega a ser un siervo …porque la obediencia siempre sobrepasa infinitamente la masa creciente del mal”.(p. 151).

Hemos oído al Santo Padre hablarnos acerca de los sentimientos espirituales que sentimos por los sufrimientos de Jesús. En el siguiente Mensaje Nuestra Señora nos habla de los sufrimientos del Padre Gobbi y por eso también nuestros sufrimientos.

“A ti, hijo mío carísimo, te pido oración, sufrimiento y silencio. Silencio sobre todo acerca de nuestras intimidades. Quédate siempre en mi Corazón y sobre la Cruz por ellos: tu oración y tu sufrimiento les ayudará a crecer en santidad.

Sobre la Cruz y en mi Corazón Inmaculado: entonces ayudarás siempre, junto a Mí, a estos tus hermanos e hijos míos predilectos”.(5/8/1975).

 

“Entonces, cada día Yo me presento ante el trono de mí Señor en acto de profunda adoración, abro la puerta de oro de mí Corazón Inmaculado y ofrezco entre mis brazos a todos estos mis pequeños hijos…”.(14/5/1989).

Padre Gobbi, pone todas las cosas, incluyendo su muerte, en las manos de nuestra Madre Bendita. Él escribió en su Testamento Espiritual:

“Como yo he consagrado cada momento de mi vida, de la misma manera yo consagro al Inmaculado Corazón de Maria el momento de pasar de la tierra al Cielo y del tiempo a la eternidad”.

Nosotros, del M.S.M.  deberíamos mirar de muy cerca como la Madre guió al Padre Gobbi en vida y en su partida. El día de su muerte también coincidió con el 60th aniversario  del sacerdocio de nuestro Papa Benedicto XVI. Nuestra Madre debió aceptar el sacrificio del Padre Gobbi por el Santo Padre y por la unidad de la Iglesia.

En cada cenáculo, él siempre oró por el Santo Padre con palabras de gran afecto y dio importancia al tercer compromiso del M.S.M. de nuestro amor por la unidad y la obediencia al Papa.

En el segundo volumen de su libro “Jesús de Nazaret”, el Papa Benedicto XVI habla una vez más acerca de los sufrimientos vicarios de Jesús por nuestros pecados. El Santo Papa da el ejemplo de Moisés, quién pasó por los sufrimientos vicarios por los pecados de su gente, sufriendo intensamente porque no pudiendo entrar en la tierra prometida, la pudo ver solo en la distancia.

De la misma manera, la Madre Bendita necesitó el sacrificio del Padre Gobbi  en este tiempo, pero a él también le estuvo permitido de ver el Triunfo del Inmaculado Corazón de Maria desde la distancia, a través de sus excepcionales cenáculos bien atendidos a través de todo el mundo.

Esta es la vocación de aquellos que consagran sus vidas al servicio de Dios y de nuestra Madre Bendita.

 

    Ofreciendo los sufrimientos 

 

En la carta Apostólica, “Dolores Salvadores”, leemos: “Cristo no ocultó a sus oyentes la necesidad del sufrimiento. Él dijo muy claramente: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día, y sígame”. (Lc. 9,23)…y ante sus discípulos Él puso exigencias de una moral que sólo puede ser cumplida en condiciones de que ellos se “negarían a sí mismos”. El camino que lleva al Reino de los Cielos es “Estrecha y angosta”, y Cristo contrasta al camino “ancho y espacioso ” que “lleva a la perdición”. (Mt.7,13 – 14).

Nosotros estamos en el medio del retiro del M.S.M., y por eso no queremos llevar un estudio del significado del sufrimiento; tú lo puedes hacer más profundo leyendo la  carta Apostólica, “Salvici Doloris”. Queremos hablar principalmente acerca de los sufrimientos ofrecidos, y los sufrimientos vicarios, usando los mensajes de Nuestra Señora, la sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia.

“En el templo de mi Corazón Inmaculado, Yo os estoy preparando para ofrecer vuestro sacerdocio. En estos tiempos de Gran Tribulación, vosotros habéis sido llamados para llevar la carga de una Cruz muy pesada.¡Cuantos sufrimientos os aguardan! Así que, debéis preparaos para vuestro sacerdotal ofrecimiento, como prueba de reparación y expiación por la salvación de muchos de mis hijos perdidos. Ofreced vuestra vida entera al Señor; vuestro cuerpo, vuestro corazón, vuestra alma, vuestra mente, vuestra voluntad, vuestra libertad. De esta manera, vosotros seréis las víctimas elegidas, preciosas agradables a Dios, que Yo puedo ofrecerle a Él, así que los tiempos de la gran prueba pueden ser abreviados”.(21/1/1991)..

Juan Pablo II comienza sus Carta Apostólica, “Salvifíci Doloris”  de la siguiente manera: “Declarando el poder de los sufrimientos salvadores, el Apóstol San Pablo dice: “Y completo, lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia”.(Col. 1,24)…Más allá en sus cartas San Pablo otra vez: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros”.(Col. 1,24).     

La alegría viene del descubrimiento del significado del sufrimiento.(No.1) Nacido del misterio de Redención en la Cruz de Cristo, la Iglesia tiene que tratar de encontrar el hombre de una manera especial en el camino de su sufrimiento. En este encuentro el hombre “se vuelve el camino para la Iglesia”. (No. 3).

 

El Misterio Pascual y los sufrimientos celebrados en la Eucaristía

 

De el Camino de la Cruz del Cardenal Ratzinger en el Coliseo:

“…Jesús, en el Domingo de las Palmas…en respuesta a la pregunta de algunos griegos que lo buscaban para verlo a Él… “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn. 12,24). En este dicho, el Señor compara el curso de su entera existencia terrenal a aquél de un grano de trigo, que solamente muriendo puede producir fruto. Él interpreta Su vida terrenal, su muerte y resurrección desde el punto de vista de la Sagrada Eucaristía, que recapitula su misterio entero. Él ha experimentado su muerte como un acto de oblación de sí mismo, un acto de amor, y su cuerpo fue luego, transfigurado en la vida nueva de la Resurrección. Él, el Verbo Encarnado, ahora se vuelve nuestra comida, la comida que nos lleva a la verdadera vida, la vida eterna.

El Verbo Eterno – el poder que crea vida – baja del Cielo como el verdadero maná, el pan conciliar para el hombre de fe y en Sacramento.

El Vía Crucis es por eso un paso que nos lleva al corazón del misterio de la Eucaristía: una piedad popular y una piedad sacramental de la Iglesia que mezcladas juntas vienen a ser una. La oración del Vía Crucis es un camino llevándonos a una espiritual comunión profunda con Jesús; faltando esto, nuestra comunión sacramental quedaría vacía. El Vía Crucis es de este modo un camino mistagógico”. …(Presentación del Vía Crucis).

En este Mensaje nuestra Madre nos habla acerca de la vida de su Hijo ofrecido por nuestra salvación, que después brotó dentro de la Eucaristía;

“Cuando era insidiado por los fariseos y rechazado por los grandes, cuando recorría los caminos de Galilea y Judea para anunciar la buena nueva y curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores, liberaba a los posesos, era atendido por los pobres, consolado por los pequeños, Jesús siempre deseaba llegar al cumplimiento de esta su Pascua. “He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer”.

Es la Pascua del amor. En este día Jesús entrega su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida a aquellos que son redimidos por Él. No hay un amor más grande que el de aquél que da la vida por los que ama”.(13/4/1995).

En la oración de apertura al Vía Crucis guiado por el Cardenal Ratzinger leemos: “El Señor Jesucristo, por nuestro bien, vino a ser como el grano de trigo que cae en la tierra y muere, pero si muere da mucho fruto(Jn. 12,24).

Tu nos invitaste a seguirte en este camino cuando “Tú nos dijiste, que el que ama su vida la pierde, y el que odia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Jn.12,25). Todavía nosotros estamos atacados a nuestra vida.

No queremos abandonarla; queremos mantenerla toda para nosotros mismos. Queremos mantenerla, no de darla. Pero Tú vas delante de nosotros, mostrándonos que es sólo dando nuestra vida que podemos salvarla. Cuando caminamos Contigo en el Vía Crucis, Tú nos guías por el camino del grano de trigo, el camino fructífero que nos lleva a la vida eterna.

La Cruz – nuestro ofrecimiento mismo – su peso es muy pesado sobre nosotros. Pero al lado de Tu Camino hacia la Cruz Tú también llevas mi cruz. Tú no la llevaste solo un momento distante en el pasado, pero por tu amor continúas acompañándome cada momento de mi vida.  Hoy Tú llevas aquella cruz conmigo y por mí, y sorprendentemente, Tú quieres que yo, como Simón de Cirene, me una a Ti en llevar Tú Cruz; Tú quieres que yo camine a tú lado y me ponga yo mismo contigo a Tú servicio para la redención del mundo…”.

Nuestra Señora, nos dice:

“Es la Pascua del dolor. El amor se prueba con el dolor.

Entonces a este su extremo don de amor, responde Judas con la traición, Pedro con la negación, los demás Apóstoles con el abandono, los siervos del sumo Sacerdote con los ultrajes y las bofeteadas.He deseado ardientemente. El Corazón de Jesús se abrasa ahora ya para siempre de este su  ardiente deseo.

El amor Misericordioso brota, con la Sangre y con el agua, de la herida de su costado traspasado.

Y desciende como celeste rociada para lavar toda mancha, para cancelar todo pecado, para sanar toda enfermedad, para cerrar toda herida, para socorrer a todos los heridos, para levantar a todos los caídos, para liberar a todos los presos, para salvar al que está perdido”. (13/4/1995).

    El Sacrificio salvador de Jesús y el Sacrificio Eucarístico

Nuestra Madre nos ayuda a imitar a Jesús en el ofrecimiento de sí mismo al Padre, en su pasión y en su muerte. Benedicto XVI enlaza este ofrecimiento de Jesús a la institución de la Eucaristía el Jueves Santo. Él escribe:

“Sobre la Cruz, dándose a sí mismo, Él está como si estuviera fundido y transformado en un ser dentro de una nueva manera en la cual Él está ahora y siempre con el Padre y contemporáneamente con la humanidad. Él transforma la Cruz, el acto de matar, dentro de un acto de sacrificarse, de amar hasta el final.  Con esta expresión “hasta el final”, Juan anticipa las últimas palabras de Jesús sobre la Cruz: “ Todo está cumplido”.(Jn. 19,30). (Homilía Jueves Santo 2008).

La Eucaristía es el momento por excelencia cuando  nos unimos nosotros mismos a la  Víctima divina para la salvación de otros. Nuestra Señora describe este don de Jesús con estas palabras:

“Los amó hasta el extremo, es decir, hasta el extremo de toda posibilidad de amor, porque Jesús perpetúa hoy el Sacrificio consumado una sola vez en el Calvario para la salvación de todos. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.(12/4/1990)

 

Mensaje del 13 de Abril de 1995: “Vosotros estabais presentes en el designio de amor del Corazón de Jesús, que estaba a punto de abrirse a su mayor ofrenda. “He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer”. (Lc. 22,15).

He deseado ardientemente. Toda la vida de Jesús estuvo orientada a este supremo e inefable momento.

Desde la encarnación en mi seno virginal hasta su nacimiento, desde la infancia insidiada hasta su adolescencia, desde la juventud transcurrida en la pobre casa de Nazaret hasta su vida pública, cada día Jesús estaba siempre orientado a este momento”. (13/4/1995).

 

En otras palabras, Jesús estaba constantemente impulsado a cumplir el misterio de salvación por nuestro bien.

En su Homilía del 17 de Abril del 2005, Benedicto XVI dijo: “Cristo soporta el peso pleno del Demonio y de todo su destructivo ejército en su cuerpo y en su alma. Él  quema y transforma el demonio en sufrimiento, en el fuego de sus sufrimientos de amor.

El día de vindicación y el año de favor convergen en el Misterio Pascual, en la muerte y Resurrección de Cristo. Esta es la venganza de Dios: él Mismo sufre por nosotros, en la persona de Su Hijo. Estamos conmocionados profundamente por la Misericordia del Señor, sentimos la más grande solidaridad con su sufrimiento – y deseamos completar en nuestra carne “y completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col.1,24). (Homilía del Cardenal Ratzinger: Misa pro eligiendo el romano Pontífice. Lunes 18 de Abril 2005).

 

En la carta a los Hebreos, en la cual también se cita en el Salmo 40: “… Por eso al entrar en este mundo dije: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.

Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron.

Entonces dije: ¡He aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro  –

a hacer, oh Dios, tu voluntad!”.

Jesús perpetúa este mismo ofrecimiento por nosotros en el Sacramento Bendito de la Eucaristía. Porque es allí donde adoramos la Resurrección de Jesús quién está sentado a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros, con las mismas llagas de su pasión.

En la ocasión del Día Mundial de la juventud en Colonia, el Santo Padre dijo: “Consagrando el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, Él anticipa su muerte, Él lo acepta en su Corazón, y transforma esto dentro de una acción de amor. Lo que lo de afuera es simplemente violencia brutal – la Crucifixión – desde dentro se vuelve un acto de total amor dándose a sí mismo. Esta es la  transformación substancial que estaba cumplida en la Última Cena y estaba destinada a poner en moción una serie de transformaciones llevando a la transformación última del mundo cuando Dios sea todo en todos”. (1Cor. 15,28). (Homilía 9/8/2005).

 

     Benedicto XVI habla de la Eucaristía y de los sufrimientos ofrecidos a “Jesús de Nazaret” 

 

… “El partir el pan para todos es en primera instancia una función del cabeza de familia, quien por esta acción en algunos aspectos representa a DIOS PADRE… quien nos da todas las cosas que necesitamos para vivir. Es también un gesto de hospitalidad, a través del cual se le da al extranjero para compartir lo que es de uno propio… es el acto de distribución que crea comunidad… Este gesto humano arquetipo de dar, compartir y unir adquiere enteramente una nueva profundidad en Jesús.

A través de la Última Cena del regalo de Sí Mismo…El Hijo se comunica y se distribuye Él Mismo en la forma de pan…

En la Eucaristía gozamos de la hospitalidad de Dios, quien se da a Sí Mismo en Jesucristo,  crucificado y resucitado…en un acto de amor y atendiendo a aquellos que lo necesitan”.

Luego el Santo Padre explica la frase principal de la institución de la Eucaristía: “Este es mi Cuerpo que se entrega por vosotros: “Jesús está de pié en el medio de sus discípulos – ¿qué es lo que está haciendo? Él está trayendo a cumplimiento lo que Él ha dicho en el discurso del Buen Pastor: “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente”. (Jn. 10,18). Su Vida será quitada en la Cruz, pero aquí es Él que la da. Él transforma esta muerte violenta dentro de un acto de libertad de darse a Sí Mismo para otros y a otros. Y Él dice también: “Tengo poder para dar mi Vida y poder para recobrarla de nuevo”. (Jn. 10,18)… El acto de dar Su Vida incluye la Resurrección. Por eso, por el camino de la anticipación, Él puede ya distribuirse a Él Mismo, porque está ya ofreciendo su vida – Él Mismo – y en el proceso de recibirla otra vez”. (p. 147 – 149).

Queridos hermanos, yo quise citar esta hoja larga del libro del Santo Padre en orden de insertar, en nuestra discusión de ofrecer los sufrimientos, también la dimensión de Gloria – Resurrección – que viene después de la Cruz, que está incluido en la celebración de la Eucaristía.  Nosotros no sufrimos por sufrir sin motivo, pero porque, unidos con Cristo y junto con Él, puede volverse una fuente de gloria para nosotros y para la salvación y gloria de otros.

 

Después, explicando las palabras: “esta es mi Sangre de la Alianza, que es derramada por muchos” (Mt.26, 27), el Santo Padre concluye con énfasis la palabra “por” y escribe: “La vida entera de Jesús no ha sido para Él Mismo sino para otros”: y esto es lo que significa seguir a Cristo para cada Cristiano.

Nuestra Señora nos dio muchos mensajes hermosos con este tópico: por ejemplo, el 16 de Octubre de 1973:

“Todos los hombres redimidos por mi Hijo, son todos también hijos míos: lo son en el sentido más verdadero de la palabra.

También los alejados, también los pecadores, los ateos, los que rechazan a Dios, los que lo combaten y lo odian: son todos hijos míos.

Y soy su Madre. Para muchos de ellos, soy la única Madre que tienen, la única persona que se cuida de ellos, que realmente los ama.

Y por eso mi corazón está continuamente consumido por el dolor y por un gran amor por estos hijos míos.

Los quiero ayudar, los quiero salvar, porque soy su Madre. Por esto sufro por ellos, sufro sus pecados, sufro por su lejanía de Dios, sufro porque cometen el mal, sufro por todo el mal que se hacen. Pero, ¿cómo ayudarles? ¿cómo salvarlos?

Tengo necesidad de mucha oración, necesito muchos sufrimientos. Sólo con la oración y el sufrimiento de otros hijos buenos y generosos podré salvar a estos hijos míos.

He aquí el Movimiento de mis Sacerdotes: Yo lo quiero para reparar el daño inmenso causado en tantas almas por el ateísmo”. (16/10/1973).

Si nosotros somos fieles a nuestra Consagración hasta la muerte, luego en el Cielo  comprenderemos que privilegio ha sido nuestra vocación de haber escuchado las palabras de nuestra Madre Celestial y haber seguido su ejemplo de Corredentora.  Nuestra Madre nos dice:

“Ofrézcanme estos hijos míos, todos sus sufrimientos, todas sus incomprensiones, todas sus dificultades. Es el regalo más grande que pueden hacerme, porque así me permiten realizar en el tiempo – ¡en este vuestro tiempo! – mi misión de Madre y Corredentora.

Salvaré a muchas almas, redimidas por Jesús, y ahora tan lejanas, porque mis hijos, Conmigo, satisfarán por ellas.

Oh, de ellos sólo quiero oraciones y sufrimientos: así consolarán verdaderamente a mi Corazón y responderán al gran designio de Misericordia que por su medio estoy realizando”. (1/4/1974).

 

    Los sufrimientos de Jesús y también los nuestros para la salvación de otros

 

De  Salvifici Doloris: “Cristo va hacia sus propios sufrimientos, conociendo sus poderes salvadores; Él va adelante en obediencia al Padre, pero, primeramente Él está unido al Padre en este amor en el cual Él ha amado al mundo y al hombre en el mundo.

Y por esta razón San Pablo escribirá de Cristo: “Él me amó y se dio a Sí Mismo por Mí” (No. 16). Luego él cita al Profeta Isaías: ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba, y nuestros dolores los que soportaba!

Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.

Él ha sido herido por nuestras rebeldías, Molido por nuestras culpas.

Él soportó el castigo que nos trae la paz, con sus cardenales hemos sido curados”. (Is.53) (No.17).

Puede ser que este sea un sufrimiento “substituto”; pero ante todo es “redentor”…

 

Y el Apóstol Pablo…en la primera carta de los Corintios: ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1Cor. 6,20). Y a la carta a los Romanos él escribe: Os exhorto, pues hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. (Rom 12,1).

 

Juan Pablo II continúa: “Trayendo la Redención a través del sufrimiento, Cristo ha también levantado los sufrimientos humanos al nivel de la Redención. Por eso, cada hombre, en su sufrimiento, puede también volver a compartir en la redención los sufrimientos de Cristo.(No. 20 ).

Este descubrimiento es la causa de que San Pablo escriba particularmente palabras fuertes en la carta a los Gálatas: “Con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en Mí: Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal. 2, 19 – 20) (No. 21). En los mensajes de Nuestra Señora encontramos el mismo tema:

“Os formo en el padecer, al decir con vosotros el sí al Padre Celestial, que Él os pide, como vuestra personal colaboración a la Redención llevada a cabo por mi Hijo Jesús.

En esto yo, vuestra Madre Celestial, he sido para vosotros ejemplo y modelo, porque por mi perfecta colaboración a todo el padecer de mi Hijo, me convertí en la primera colaboradora de su Obra redentora con mi dolor materno. Me hice verdadera Corredentora y ahora me puedo ofrecer como ejemplo para cada uno de vosotros al ofrecer el propio sufrimiento personal al Señor, para ayudar a todos a seguir el camino del bien y de la salvación.

Por este motivo, mi deber materno, en estos tiempos sangrientos de purificación, es el de formaros sobre todo por el padecer.

Os ayudo también a sufrir con mi presencia de Madre, que os solicita transforméis todo vuestro dolor en un perfecto don de amor. Por esto, os educo en la docilidad, en la mansedumbre, en la humildad de corazón.

Os ayudo a sufrir, con la alegría de entregaros a los hermanos, como se dio Jesús. Entonces llevaréis vuestra cruz con alegría, vuestro sufrimiento se volverá dulce y será la vía que os conducirá a la verdadera paz del corazón”. (15/9/1986).

Parte II

Nuestra Señora y los sufrimientos vicarios

“Mi Hijo Jesús me quiso al pie de la Cruz, para asociar mi dolor Inmaculado a todo su sufrimiento Divino.

Quiso unir mi sufrimiento humano al Suyo y me asoció íntimamente al misterio de su Redención.De este modo Él me llamó a ser verdadera Corredentora.

El fruto de mi  corredención es mi maternidad espiritual.

Al pie de la Cruz, por voluntad de mi Hijo Jesús, en la cuna de un sufrimiento tan grande, Yo llegué a ser vuestra Madre, la Madre de todos los redimidos, Madre de la Iglesia y de la humanidad entera. (15/9/1990).

Yo participo como Madre en este designio suyo de salvación.

Por esto me encuentro hoy junto a mi Hijo crucificado, y lo contemplo con profunda compasión, mientras es elevado sobre la tierra.

Comparto todo su sufrimiento; siento sobre Mí el peso de su Cruz; los clavos me traspasan el alma; la lanza del soldado romano traspasa también mi Corazón de Madre.Y así participo, como Corredentora, en la obra de vuestra Redención.

Uno mi dolor materno a todo el sufrimiento de mi Hijo, porque he sido llamada a ser la Madre de la Divina Misericordia. (28/3/1997).

 

Del Salvifici Doloris (25): “ Es de citar que exactamente de acuerdo con el Evangelio y la historia, que al lado de Cristo, en el más relevante y primer lugar, allí estaba siempre su Madre a través del testimonio ejemplar y consolándolo, especialmente Ella soporta en su vida entera este Evangelio particular de sufrimiento. En Ella, los muchos e intensos sufrimientos se estaban acumulando de tal manera interconectados que ellos eran, no sólo una fe inquebrantable, pero también una contribución a la redención de todo. En realidad, desde el tiempo de su conversación secreta con el ángel, ella comenzó a ver en su misión, como una madre que su “destino” era compartir, de una manera singular e irrepetible, la misión de Su Hijo.

Y Ella muy pronto recibió una confirmación de esto, en los acontecimientos que acompañaron el nacimiento de Jesús en Belén, y en las palabras solemnes del anciano Simeón, cuando él le dijo que una espada afilada atravesaría su corazón. También una confirmación eran las ansiedades y privaciones de la huída rápida a Egipto, causadas por la cruel decisión de Herodes.

Y otra vez, después de los acontecimientos de su Hijo, oculto y de su vida pública, acontecimientos que ella debió compartir con sensibilidad aguda, pero fue en el Calvario que los sufrimientos de María, al lado de los sufrimientos de Jesús, alcanzaron una intensidad tan fuerte que casi son inimaginables desde un punto de vista humano, pero que eran misterios y frutos sobrenaturales de la redención del mundo.

Su ascensión al Calvario y estando al pie de la Cruz junto al discípulo amado eran una especie de compartir la muerte de la redención de Su Hijo.

Y las palabras que Ella oyó de sus labios eran una solemne entrega de esta especie de   sufrimiento evangélico, y esto podría ser proclamado a la comunidad entera de creyentes…”

El ejemplo de Juan Pablo II 

Como nosotros hemos visto en la meditación previa, los sufrimientos vicarios son también una parte de la misión y vocación de la Iglesia. Todos los Santos experimentaron la Cruz y ofrecieron su vida entera por la salvación de otros. Ahora, podemos recordar un Santo muy reciente, el Beato Juan Pablo II: en su discurso a los Cardenales, Benedicto XVI dijo: “El acontecimiento doloroso de su muerte, después de un período de grandes pruebas y sufrimientos, experimentó tener el futuro pascual por el cual él expresó la esperanza en su testamento (24 de Febrero – 1 de Marzo de 1980).

La luz y la fuerza de Jesucristo Resucitado brilla en la Iglesia desde aquella especie de  “Misa última” que él celebró en su agonía, que culminó en el “Amén” de una vida enteramente ofrecida a través del Corazón Inmaculado de Maria, por la salvación del mundo”. (22/4/2005). Nuestra Señora confirma esto esta vez y otra vez en sus mensajes. El 13 de Mayo de 1995 Ella nos dice:

“Rezad por el Papa. Este Papa es el don más grande, que mi Corazón Inmaculado os ha dado, para el tiempo de la purificación y de la gran tribulación…

¡Que grande es su sufrimiento! A menudo está como aplastado bajo el peso de una Cruz, que se ha hecho tan pesada…Rezad por el Papa, él está viviendo la hora de Getsemaní y del Calvario, de la crucifixión y de su inmolación. El Señor lo mira como la víctima más preciosa, que ahora, debe ser inmolada sobre el altar de su sacerdotal sacrificio. Hijos predilectos, permaneced siempre Conmigo, bajo la Cruz, sobre la cual mi Papa, formado, conducido y tan amado por Mí, está ahora consumando su gran ofrecimiento de amor y de dolor.

Y es justamente por el sacrificio de éste mi primer hijo predilecto, que la Divina Justicia se desposará con una gran misericordia…”. (13/5/1995).

Después de todos los ejemplos que Dios nos ha dado, y las palabras tan claras de nuestra Madre, ¿cómo podemos todavía dudar en perseverar al lado del camino de los santos, que Ella nos ha trazado para nuestra inmolación sacerdotal? No podemos por más tiempo volvernos atrás. Es ahora nuestro turno. Un sacerdote una vez dijo que él había experimentado una muerte real, y se encontró en el Purgatorio ante el Señor que lo envió de vuelta a la tierra para completar su misión. Él nos confió que su dolor más grande en el purgatorio fue viendo el plan que el Señor tenía para él, y comprendiendo como él, desafortunadamente, no se esforzó para cumplirlo. Nosotros todavía tenemos tiempo.

     Los sufrimientos vencidos por el amor a Jesús,   en la vida del Padre Gobbi y los Santos

 

Leemos en el Evangelio de San Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna”. (Jn. 3,16).

Por tanto, el amor de Dios para nosotros es un amor “salvador”. Que es decir, Dios nos dio a su único Hijo, así el hombre “no puede morir”.

En todas sus apariciones, Nuestra Señora, nos ha puesto siempre de relieve los sufrimientos vicarios, y ha pedido oraciones y sacrificios por la salvación de los pecadores. Conocemos la vida de Santa Bernadette, del Bendito Francisco y Jacinta de Fátima, y como Dios tomó su ofrecimiento seriamente, permitiendo también de que ellos soportaran  mucho sufrimiento por amor.

Nuestro querido Padre Gobbi tuvo también su parte de grandes tribulaciones, que él ofreció por la salvación de otros. Nosotros estamos bien familiarizados con sus viajes largos y Cenáculos por todo el mundo. Acerca de 1.600 vuelos, sus enfermedades, y de acuerdo con los médicos, fue un milagro que su corazón siguiera funcionando. Tenemos dos mensajes hermosos sobre este tópico, en la cual Nuestra Señora primero describe su interior estado de ánimo durante los numerosos años de su trabajo para Ella, y en la segunda, describe sus sufrimientos:

“El camino que debes recorrer por Mí, hazlo por amor.

La Cruz que debes llevar, por amor.

    El pesado trabajo que te toca realizar, por amor.

    Los Cenáculos que llevas adelante, por amor.

    Los Países que atraviesas, por amor.

    Los lejanos Continentes a los que llegas, por amor.

    La oración intensa que te pido, por amor.

    Los sufrimientos que cada día te pido, por amor.

    El cansancio que se apodera de ti, por amor.

    La extenuación que te postra, por amor.

    Las limitaciones que te mortifican, por amor.

    Los defectos que te acompañan, por amor.

    Toda tu vida que me entregas, por amor.

    Solamente entonces tu serás, aquí abajo, la gloria de Maria”. (22/3/1988).

 

    “Viernes Santo: Tu pasión dolorosa – “La Cruz para ti, oh hijo, es la voluntad del Padre, que cumples bien solamente si, en cada momento, recuerdas el designio de mi Corazón Inmaculado.

Lleva cada día tu Cruz y no te apartes de la Voluntad Divina. Tus heridas son las incomprensiones, las dudas, las perplejidades, los numerosos abandonos. Son verdaderas llagas del alma, que nadie ve, más preciosas que el oro, cuya sangre recojo siempre para regar el jardín de las almas áridas y sedientas de tus hermanos Sacerdotes.

Tu subida al Calvario es el camino que debes hacer por Mí, al avanzar solo y confiado en medio de tus muchos miedos y el orgulloso escepticismo de los que te rodean y no creen.El inmenso cansancio que sientes, aquel sentido de acabamiento que tanto te postra, es tu sed.

Los azotes y las bofetadas son las asechanzas y las dolorosas tentaciones de mi Adversario.  

Los gritos de condena son las serpientes venenosas que obstaculizan tu camino y las espinas que punzan tu cuerpo frágil de niño, repetidamente azotado. El abandono al que te llamo es el amargo sabor de sentirte cada vez más solo, alejado de amigos y discípulos, rechazado a veces, aún de tus más fervientes seguidores.

Pero, junto a ti está la Madre Dolorosa; vive a su lado, con amor y confianza, tu dolorosa pasión que nadie logra ver, pero que cada día te consume, como víctima inmolada por Mí, por todos tus hermanos Sacerdotes.

Tu muerte es tu profundo silencio, tu vida oculta, la humillación y marginación que siempre te pido.

El seno virginal de tu madre es el sepulcro nuevo para esta tu Pascua, que se perpetúa ya en lo profundo de mi Corazón Inmaculado, mi amado hijo menor entre los hijos predilectos”. (5/4/1985).

 

Nuestra Madre Bendita le dijo al Padre Gobbi que esto también se podría aplicar a la vida de cada uno de sus hijos predilectos. Esta es una gran consolación para nosotros porque cada uno de nosotros, de una manera o de otra, experimentamos el Viernes Santo que la Madre ha descrito mientras hablaba al Padre Gobbi. No importa en que situación nos encontremos, sabemos que nuestra Madre está siempre a nuestro lado, y Ella guía los acontecimientos de nuestra vida, para la salvación de otros. Mantengamos esto en la mente, especialmente si los sufrimientos en la Iglesia y en el mundo crecen.

Leemos en los escritos de la Hermana Lucía, que durante la segunda aparición, el Ángel les dijo: “Ofreced incesantemente oraciones y sacrificios a la Santísima Trinidad”. Luego Lucía le preguntó:¿Pero como hacemos para sacrificarnos? El Ángel contestó: “Vosotros podéis de muchas maneras”, ofreciendo el sacrificio a Dios en reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y suplicando por los pecadores. Pero ante todo aceptad y soportad con sumisión los sufrimientos que el Señor os envíe”.

“Desde aquel momento comenzamos a ofrecer al Señor todas las cosas que nos mortificaban, pero sin mirar de imponer particulares penitencias, excepto de pasar horas postrados en el suelo, repitiendo la oración que el Ángel nos enseñó”.

En la primera aparición del 13 de Mayo, nuestra Señora dijo: “¿Vosotros deseáis ofreceros a Dios, y aceptar y soportar todos los sufrimientos que Él os envíe, en un acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de suplicar por la conversión de los pecadores?”. “Sí”, ellos respondieron. “Entonces tendréis que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo”.

 

    Los sufrimientos vicarios descritos

    en la carta circular del Padre Gobbi de 2011

 

Yo ahora lo citaré como él lo escribió:

a)      Llevando nuestra propia Cruz con amor – Un Sacerdote que está formado por Maria a la renunciación y negación de sí mismo, y de hacerse pequeño y humilde de corazón – él también está llamado a sufrir siempre más.

b)     El momento del sufrimiento es precioso y debe ser bienvenido por cada uno de nosotros con mansedumbre y confianza, porque nos asimila a Jesús Sacerdote y Víctima. Nos hace colaboradores en su trabajo de salvación, y fructíferos en este tiempo de purificación.

“En ella os configuráis a Jesús crucificado y esta interior crucifixión se realiza cada día y en cada momento de vuestra jornada sacerdotal en el momento de la oración, tan necesaria y que debe ser el centro de vuestra vida; es sobre todo con vuestro sufrimiento sacerdotal, como se pueden engendrar las almas a la vida de gracia y a la salvación”.(5/3/1983).

 

“Vuestro sufrimiento, sirve ya para la purificación en la tierra. Si el castigo viene, será sólo por una última y gran exigencia de sufrimiento para la renovación del mundo y la salvación de muchos pobres hijos míos.

Más nada sirve tanto para el triunfo de mi Corazón Inmaculado como un corazón Sacerdotal que sufre. En vosotros, hijos, es Jesús quien continúa su misión purificadora. Es sólo su sangre la que puede lavar todo el mal,  todo el odio, todo el pecado del mundo.

Por eso ahora, que ha llegado el momento de la purificación, seréis llamados a sufrir cada vez más”. (15/9/1975).

Pero no debemos esperar de hacer sufrimientos grandes y extraordinarios. La Madre Bendita nos pide pequeños y sufrimientos escondidos, aquellos que nos vienen de llevar bien la cruz de nuestro propio ministerio y de vivir cada momento del día en espíritu de inmolación.

“En el momento de la oración, tan necesaria y que debe ser el centro de vuestra vida; en el momento tan precioso de la celebración de la Santa Misa, donde, con Jesús, también vosotros os inmoláis interiormente por la vida del mundo; en la fidelidad a los deberes sacerdotales propios del ministerio de cada uno…”. (5/3/1983).

C) Siguiendo a Jesús hacia el Calvario con amor – si sabemos como sufrir y ofrecer en este camino nuestra vida, entonces iremos con Jesús camino del Calvario hacia nuestra perfecta inmolación.

“Ahora también se os llama a vosotros, hijos predilectos, que sois sus sacerdotes, a seguir cada día a Jesús hasta la consumación de vuestra inmolación pascual para la salvación de todos”. (5/3/1983).

Aquí también, estamos hablando, primero de todo, de una interior inmolación.

“Hoy los gritos de condena son para vosotros los gritos de quienes os rechazan y los que os contestan.

Los pecados que se cometen, se justifican y que ya no se reparan, son para vosotros la corona de espinas que os punza.

El permanecer hoy fieles a vuestra vocación es seguir el duro Vía Crucis del Calvario”. (5/3/1983).

 

Debemos estar preparados para ofrecer nuestra propia vida porque, en los tiempos conclusivos de la gran tribulación, el testimonio supremo del martirio podría ser que nos lo pidieran.

“Soportad Conmigo el juicio del mundo, el rechazo, la persecución y la condena de una sociedad que sigue renegando de su Dios, y camina en las tinieblas de la perversión, del odio y de la inmoralidad.

Llevad Conmigo vuestra pesada cruz de cada día.

Derramada con amor vuestra sangre. Dejaos depositar sobre el altar de su mismo patíbulo.

Mansos como corderillos, permitid que vuestras manos y pies sean traspasados por los clavos: amad, perdonad, sufrid y ofreceros al Padre, con amor, por la salvación de todos”. (17/4/1981).

 

Padre Gobbi recibió un importante mensaje mientras él estaba en Hong Kong, donde Nuestra Señora se dirigió a todos los Cristianos de China. En esos años ellos estaban sufriendo la prisión y tortura, que continúa hasta ahora. Estoy seguro que para nosotros, quien vive en países donde hay más libertad, es más fácil de ofrecer a Dios las cosas que no nos gustan. Nuestra Madre dice a la gente de China:

“Ofreced el holocausto de vuestros sufrimientos. Los momentos que vivís son, en verdad, difíciles y dolorosos…Pero a través de este holocausto podréis salvar a los que pretenden perderos y hacer el bien a quienes son un flagelo para vosotros.(12/6/1978).

 

 

Por los pecadores

En el Mensaje del 15 de Agosto de 1981 leemos:

“Soy el refugio de los pecadores”.  “ En el momento en que se desencadena la furia de mi Adversario, y a tan tos logra arrastrar con la fuerza del mal que triunfa, os invito, hijos míos predilectos, a inmolaros y a orar por la conversión y la salvación de todos los pecadores. Sed vosotros mismos Conmigo el refugio de los pecadores”.

El tema más elaborado en Fátima, como nosotros recordamos, es precisamente este: de orar y sacrificarnos por los pecadores. El 13 de Julio Nuestra Madre dice a los niños: “Sacrificaos vosotros mismos por los pecadores, y decid muchas veces, especialmente cuando vosotros hacéis algún sacrificio: “Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de todos los pecadores, y en reparación de todos los pecados en contra del Corazón Inmaculado de Maria”. A este punto Nuestra Señora mostró el infierno a los niños en todo su horror.  Entonces Ella dijo: Vosotros habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios desea establecer la devoción a mí Corazón Inmaculado en el mundo. Si ellos hacen lo que Yo les diga, muchas almas se salvarán y habrá paz…”.

En el Mensaje del 12 de Diciembre de 1996, Nuestra Señora dice:

“Haced reparación por mis pobres hijos pecadores. Yo os pido lo que les pedí a los tres niños cuando me aparecí en Fátima.

‘Vosotros deseáis ofrecer vuestra vida en espíritu de oración y reparación por la salvación de todos los pecadores, especialmente los más necesitados de la Divina Misericordia? Así formáis, Conmigo, una gran cadena de amor y salvación, difundido sobre el mundo entero”.

 

    Oraciones, ofrecimientos, y sufrimientos vicarios – como promoción de la carta       De la Congregación del Cléro (8/10/2007)

“Nosotros intentamos comenzar por un Movimiento Espiritual que, llevándonos a un aumento de conocimiento ontológico del enlace entre la Eucaristía y el Sacerdocio, y de la Maternidad especial de María hacia todos los Sacerdotes, puede dar vida y atraer una cantidad de gente a la adoración perpetua para la reparación de faltas y santificación de los Sacerdotes…así que – sobre la tipología de la Bendita Virgen Maria, Madre del Altísimo y Sacerdote Eterno, y asociada en su trabajo de Redención, ellos desearán adoptar espiritualmente sacerdotes en orden de ayudarlos con su ofrecimiento de sí mismos, oraciones, y penitencia.

…la naturaleza íntima de la Iglesia y el origen de esta eficacia santificadora debe ser encontrada primero en una unión mística con Cristo.

Y de acuerdo al Lumen Gentium, tal unión no puede ser concebida de nosotros separada de Ella que es la Madre del Verbo Encarnado, y la única que Jesús desea de estar unida íntimamente a Él para la salvación de la humanidad entera.

Y el segundo Concilio Vaticano – refiriéndose a la Virgen Bendita – se expresa en estas palabras: “Ella lo concibió, lo dio a luz y nutrió a Cristo. Ella lo presentó al Padre en el Templo, y estaba unida con Él por compasión cuando Él moría en la Cruz.  En este  camino singular Ella cooperó por su obediencia, fe, esperanza y caridad ardorosa en el trabajo del Salvador trayendo de vuelta la vida sobrenatural a las almas. Por tanto, Ella es nuestra Madre en el orden de la gracia”. (LG n. 65).

 

Sin añadir o sacar nada de la única mediación de Cristo, la siempre Virgen es conocida e invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Mediadora;

Ella es el modelo del amor maternal que debe inspirar a todos aquellos quienes cooperan – a través de la misión apostólica de la Iglesia – en la regeneración de la humanidad entera”. (cfr. LG n.65).

“A la luz de estas enseñanzas, que pertenecen a la eclesiología  del Concilio Vaticano Segundo, los fieles, en su contemplación de Maria – brillante ejemplo de cada virtud – son llamados a imitar a la primera discípula, la Madre a quien, en Juan – a los pies de la Cruz (cfr.Jn.19, 25 – 27) – cada discípulo ha sido entregado. De esta manera, viniendo a ser sus hijos, ellos aprenden de Ella el verdadero significado de la vida en Cristo.

Nosotros estamos llamados, por tanto, todos Ordinarios diocesanos … a volver a una parte activa y promover verdaderos Cenáculos en los cuales los clérigos, religiosos y seglares – unidos entre ellos mismos, en espíritu de verdadera comunión – devotos a orar, en la forma de continua adoración Eucarística, también en el espíritu de genuina y real reparación y purificación.

 

    Del mismo documento

 

La vocación a ser una Madre espiritual para los sacerdotes es largamente desconocida, escasamente comprendida y consecuentemente, vivida raramente, no oponiéndose es  fundamental  y de vital importancia. Esta es una vocación que es frecuentemente ocultada, invisible al ojo, pero sirve para transmitir vida espiritual. El Papa Juan Pablo II, convencido de esto, fundó un convento de clausura en el Vaticano donde las monjas rezarían por sus intenciones como Supremo Pontífice.

“¡Yo he agradecido a mi madre por lo que he sido y de la manera que lo obtuve! Dijo San Agustín. Juan Pablo II también agradeció a una niña por su ayuda maternal: “Yo también expresé mi gratitud a la Bendita Jacinta por los sacrificios y oraciones ofrecidas por el Santo Padre, quien ella vio sufriendo mucho”. (13/5/2000).

Cada Sacerdote tiene una madre y a menudo ella es una madre espiritual para su hijo también. Giuseppe Sarto, por ejemplo, el futuro Papa Pío X, visitó a su madre de 70 años después de ser ordenado Obispo. Ella besó el anillo de su hijo, y de repente pensativa, indicando su propio anillo de casada, simplemente de plata dijo, “Si, Giuseppe , tu no estarías usando ese anillo si yo no hubiera usado primero el mío”. El Papa San Pío X rápidamente confirmó su experiencia, que “¡Cada vocación al Sacerdocio viene del Corazón de Dios, pero va a través del corazón de una madre!”.

Uno lo ve muy claro en la vida de Santa Mónica. Agustín, que había perdido su fe a la edad de 19 años durante sus estudios en Cartagena, después escribió en sus famosas Confesiones acerca de su madre: “… Por amor a mí, ella derramó más lágrimas que una madre sobre el cuerpo muerto de su hijo. Nueve años pasé en las cuales estuve inmerso en un pozo y en las tinieblas de la falsedad. Todavía, la viuda piadosa no desistió a todas las horas de sus suplicas y llorando su caso ante Dios, sus oraciones subieron a  Su Presencia”. Después de su conversión, Agustín dijo agradecido, “Mi madre santa nunca me abandonó. Ella me dio a luz en su carne, para que yo naciera en esta luz temporal, y en su corazón, para que naciera a la vida eterna. Yo tengo que agradecer a mi Madre por lo que he llegado a ser y de la manera que la obtuve”.

 

    El sueño de un Cardenal

 

A Nicolás Cardenal de Cusa (1401 – 1464), Obispo de Brixen, se le hubo mostrado en un sueño la realidad espiritual que ha significado mucho para los sacerdotes y para toda la gente hasta ahora: el poder del ofrecimiento de uno mismo, oraciones y los sacrificios de las madres espirituales ocultas en los conventos.

Nicolás y su guía entraron en una pequeña, vieja iglesia decorada con mosaicos y frescos de los primeros siglos, y allí el Cardenal vio una señal sorprendente. Más de mil monjas estaban orando en la pequeña iglesia. No obstante el limitado espacio, las monjas estaban rezando, pero de una manera que el Cardenal nunca había visto. Ellas no estaban arrodilladas, pero de pie; su mirada no estaba en una persona en la distancia, pero más bien, fija en algo cerca que él no podía ver. Ellas estaban de pie con los brazos abiertos, las palmas para arriba en un gesto de ofrecimiento.

Sorprendentemente, en sus pobres manos delgadas ellas llevaban hombres, emperadores y reyes, ciudades y países. Algunas veces había juntas unos cuantos pares de manos sosteniendo una ciudad. Un país, reconocido por su bandera nacional, estaba soportado por una entera pared de brazos, y todavía aún había en el aire un silencio y aislamiento alrededor de cada una de ellas en oración. La mayoría de las monjas sin embargo, llevaban un individuo en sus manos. En las manos de una delgadísima, joven, casi una niña monja, Nicolás vio al Papa. Tu podrías ver que pesada carga era para ella, pero su cara estaba radiante de alegría. De pié en las manos de una de las más ancianas hermanas él se vio a sí mismo, Nicolás de Cusa, Obispo de Brixen, y Cardenal de la Iglesia Romana. Él vio las arrugas de su edad; él vio las manchas de su alma y su vida en toda su claridad. Él miró con sorpresa y ojos sorprendidos, pero su espanto fue pronto mezclado con una indecible gloria…(Final de la cita).

Solamente en el Cielo nosotros conoceremos la multitud de almas quienes transformaron nuestras vidas dentro de continuos ofrecimientos a Dios con sus oraciones y sufrimientos para nuestra salvación. Estoy seguro que nuestra Señora ha entregado una alma víctima a cada Sacerdote que se ha consagrado a Su Corazón Inmaculado. Que nosotros también seamos promotores de su maternidad espiritual.

 

Padre Francis Geremia C.S.  

Ejercicios espirituales internacionales del M.S.M.  

Collevalenza – Santuario del Amor Misericordioso 

24 – 30 de Junio de 2012

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