Padre Arteaga – Circular nº30

Padre Arteaga – Circular nº30

Hermanos Sacerdotes: Ved que, en este contexto, estos mensajes deben ser leídos y releídos, meditados, vividos y entonces vemos con toda claridad que son un gran don que la Virgen nos ha hecho para superar estos difíciles y conflictivos años.

En la segunda parte de la introducción del libro digo: El Movimiento es una cosa y el libro es otra. Es un error creer que el M.S.M. y el libro son una misma cosa.

El Movimiento es una Obra de la Virgen y consiste esencialmente en llamar a los sacerdotes a la consagración a su Corazón Inmaculado, a una gran unidad con el Papa y la Iglesia y a orientar a los fieles a una renovada devoción mariana.

El libro es un instrumento porque cuando uno vive estos compromisos no puede por menos que hacerse la pregunta: ¿ cómo vivirlos?

En concreto será vivir la consagración, ¡no sólo hacerla! El libro traza el itinerario que se debe seguir para vivir concretamente la consagración al Corazón Inmaculado de María.

La Virgen dice: “Os he trazado el camino. ¿Queréis vivir como desea mi Corazón? Vivid cuanto allí os indico”. Y por tanto, un sacerdote que no toma en serio, como compromiso de vida, seguir este libro que la Virgen nos ha dado para ayudarnos a vivir la consagración ¡es lógico que se pare! ¡ es lógico que la duda, en determinado momento, cause la crisis!

Hermanos Sacerdotes: Os digo, y concluyo, porque soy el primero en rebasar el tiempo prefijado, y luego soy severo con los otros, que toméis de nuevo el libro de los mensajes, los leáis, los meditéis y sobre todo los viváis. ¿Por qué? Concluyo leyéndoos una página del mensaje del 9 de noviembre de 1984 dado en Castelmonte bajo la forma de voz oral: “En estos años, como Madre, os he formado a través de mis mensajes. Son palabras de sabiduría, que he hecho brotar de mi Corazón Inmaculado para formaros según mi designio.

Mis mensajes trazan, ante todo, un camino sencillo, luminoso, que os he indicado y que debéis recorrer, cada día, para vivir la consagración que me habéis hecho, para crecer en mi amor y en la vida Conmigo, para madurar cada vez más y estar preparados para desarrollar la misión que os he indicado.

Si algunos de vosotros, después de haberse consagrado, se han parado, es porque no escuchan ya, ni meditan ni viven mis mensajes.

¡Oh! después de mi triunfo, estos serán luz para toda la Iglesia; entonces se comprenderá todo lo que Yo he hecho en estos años por vosotros.

Meditad mis mensajes, vividlos.

Si vivís cuanto os he indicado y recorréis el camino que os he trazado, caminaréis seguros por la senda de la consagración que me habéis hecho y realizaréis el gran designio del triunfo de mi Corazón Inmaculado.

De lo contrario os paralizarán las dudas, el desaliento, las dificultades, la oposición que encontréis. Os detendréis y no estaréis ya dispuestos a cumplir cuanto he dispuesto que hagáis y que, hoy, es tan necesario para la salvación del mundo y la renovación de la Iglesia de la que soy Madre”.

Así es, de aquí brota para nosotros la posibilidad de acoger y vivir estas palabras de Sabiduría, que saliendo del Corazón Inmaculado de María pueden dar, en estos tiempos, al corazón y al alma de cada uno de nosotros un espíritu de gozo y consolación.

Sea alabado por siempre Jesucristo!

PLATICA DE LA TARDE

Hermanos Sacerdotes: a pesar de la debilidad de nuestra naturaleza humana, de la fragilidad que somos los primeros en reconocer, y de las miserias que vemos a nuestro alrededor, somos llamados a glorificar al Señor en nuestro cuerpo y en nuestra vida. En esto está la belleza de nuestra misión sacerdotal.

Cierto, vivimos tiempos difíciles… las dificultades que os señalé esta mañana… Vivimos un período de purificación grave y dolorosa que cada vez se hará más fuerte en el mundo y en la Iglesia; por esto, muchos hermanos nuestros sacerdotes se sienten un poco desalentados, y puede que al levantarse por la mañana alguno exclame: pero qué mal ejerzo mi sacerdocio

Yo todavía soy joven. Este año cumplo la tierna edad de 56 años. Nací en 1930, el 22 de (parece ser que dice marzo, y luego se corrige y dice mayo, pero entre las risas y los aplausos de los presentes no se capta bien en la cinta este dato). Y mi madre, que vive todavía, ha cumplido la tierna edad de 87 años. (Hermoso rasgo de amor filial. Aplausos.) Pero, escuchad: si mil veces tuviera que nacer, mil veces elegiría ser sacerdote. Querría que todas las tardes o mañanas, cuando os afeitáis, os mirarais al espejo. Y no para deciros: pero ¡ qué guapo soy! Porque somos guapos, aunque unos más guapos que otros (risas). No, ¡ qué santo soy! Lo somos. Y sois valientes (bravi). Si no fueseis valientes no hubieseis venido aquí con este calorazo. Y muchos habéis venido de toda Europa. ¡ Sois valientes! Pero tal vez, alguno será más santo que nosotros… pienso yo, ¿no?

Mirad: somos sacerdotes. Y un sacerdote es el mayor designio del corazón de Dios. Un sacerdote es la obra maestra de la Santísima Trinidad. La dignidad de un sacerdote no la comprenderemos más que en el Paraíso.

Tenemos a nuestros ángeles custodios. Alguna vez tengo la ventura de acercarme al Vaticano. Voy con mi automóvil. Voy solo. Cuando entro, y ven a un sacerdote que entra con un automóvil tan grande, todos se ponen en guardia muy estirados y me hacen una inclinación profunda. Luego, cuando me encuentro con alguno me llama hasta monseñor (risas). Y se equivocan porque soy un simple sacerdote: D. Esteban Gobbi, a secas.

Nuestros ángeles custodios nos conocen muy bien. Cuando nos acompañan se paran y se inclinan ante nosotros porque somos sacerdotes. El sacerdote es un don de Dios, el mayor.

La Virgen en Medjugorje ha dicho: “Si comprendieseis cuánto os amo, lloraríais de alegría”.

Si nosotros comprendiésemos nuestra dignidad, lloraríamos, día y noche, de consolación.

He aquí por qué el Espíritu Santo quiere llevarnos cada vez más a una mayor comprensión de la dignidad de nuestro sacerdocio, para hacer hoy de nosotros signos de gozo y consolación para todos. “El Espíritu del Señor ha descendido sobre mí; me ha enviado a anunciar un año, un jubileo para todos, a fin de que lleve la libertad a los prisioneros, el consuelo y el pan a los pobres, la salvación a todos”.

Hermanos Sacerdotes: si los tiempos que vivimos, nos impiden a veces ver esta nuestra dignidad, y nos causan la crisis, pidamos al Corazón Inmaculado de María comprender el don…. el don…. ¡el don! del Corazón de Cristo para convertirnos en sus sacerdotes.

Cuando fui a Génova a hacer un Cenáculo en la abadía de los Benedictinos, pernocté en un monasterio de la Visitación. Me dieron esta estampita que reproduce las palabras del Papa Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles (26 de marzo de 1986). Os las leo porque a mí me han hecho mucho bien, y espero que también os lo harán a vosotros.

Dice: “La vocación sacerdotal es ciertamente paz y gozo, pero también cruz y martirio. En efecto, el sacerdote, consagrado totalmente a Cristo, obra con sus propios poderes y su misma misión. Aquí está su grandeza y dignidad, pero también su pasión y agonía.

Estad, por tanto, muy unidos a vuestros sacerdotes (hablaba evidentemente a los fieles), amadlos, estimadlos, sostenedlos y, sobre todo, rezad por ellos.

San Juan María Vianney (recordad que el Papa este año ha escrito la carta del Jueves Santo a todos los sacerdotes poniendo de relieve la santidad del santo cura de Ars) decía: Oh, qué cosa tan excelsa es el sacerdote! El sacerdote no lo comprenderemos bien más que en el cielo. Y he aquí la frase análoga a la de Medjugorje: “Si supieseis cómo os amo, dice la Virgen, lloraríais de alegría”. Y aquí el santo cura de Ars dice: “Si comprendiésemos, aquí en la tierra, lo que es un sacerdote, moriríamos, no de espanto, sino de amor”.

¿Os agradaría morir de amor? Bastaría comprender lo que se ama.

Todos los otros beneficios de Dios no servirían de nada sin el sacerdote. ¿Para qué serviría una casa llena de oro si no hubiese alguien que nos abriera la puerta? El sacerdote es el corazón de Dios. Es el administrador de sus bienes. Después de Dios, el sacerdote lo es todo.

Y, entonces, me arrodillo con vosotros, me postro por tierra, doy gracias a Jesús, doy gracias a la Madre, por haberme hecho sacerdote.

Decidlo juntos conmigo, ¡ todos a una voz con el corazón!: Gracias, Jesús! Gracias, Madre! por haberme hecho sacerdote en estos años. (Todos los sacerdotes van repitiendo emocionados la súplica de D. Gobbi.)

Veréis cómo ahora desaparece el desaliento.

Hermanos sacerdotes: hay un segundo don: El Corazón Inmaculado de María. Con qué ternura os mira, porque sois fruto de su predilección, de su preocupación, de su materna, cotidiana acción, de su amor, de su dolor.

Cuántas veces leyendo este libro escucho: “Es un don que Yo hago, mas no a todos, sino a algunos, para la salvación de todos. No se da a todos comprender mi Obra, sino sólo a los que Yo otorgo este don”.

Es verdad, puedo encontrar sacerdotes más elevados que vosotros, no os veo aquí con una birreta púrpura ni siquiera violácea. Puedo encontrar sacerdotes que ocupan puestos más encumbrados que vosotros. Tal vez podéis hallaros entre los más pequeños y menos considerados: ¡Dad gracias al Señor! Podéis estar alguna vez, y tengo esta impresión, entre los más marginados: ¡Dad gracias al Señor!

Que no esperáis recompensas humanas por lo que hacéis: ¡ Dad gracias al Señor!

También, por lo que atañe al Movimiento, sobre todo por lo que hacéis, sufrís, aguantáis: ¡ Dad gracias al Señor, porque para El no sois unos desconocidos! El verdadero sufrimiento del alma, jamás puede ser gratificado con recompensas humanas.

Si me permitís que os diga una experiencia de mi alma, en mis viajes por el Movimiento, clasificados por un tal D. Gramaglia como “turismo mariano” he llegado alguna vez a un grado tan profundo de cansancio que no tenía ánimos ni siquiera para pensar que debía hacer, no me sentía con fuerzas para dar un paso.

Por ejemplo, en Australia, el año pasado, frente a un programa que me comprometía con Nueva Zelanda, Tasmania, toda Australia, con encuentros de tres veces al día: a las 10 h., a las 2 h., al caer la tarde… no podía más, me sentía mal, no entendía por qué no me bajaba la fiebre de 39º.

El médico me decía: Por favor, le ruego, necesita reposo. Las toxinas han penetrado en la sangre es necesario pararse… ¡ De sólo pensar que tenía que hacer algo sentía náuseas… ¡ náusea física! Pero debía sacar fuerzas de flaqueza para a la mañana siguiente empezar a las 10… luego a las 2… por la tarde, a última hora.

Había una pequeña capilla en aquella casa de los jesuitas de Melbourne, pobre, abandonada. Estaba junto a mi habitación. Había tomado tantos antibióticos que me causaba espanto acercarme a hacer una visita a Jesús Sacramentado.

Si fuese por cualquier humana criatura, aunque fuese Obispo o Papa, no movería ni siquiera un dedo. Pero para tener contenta a la Madre Celeste, desarrollaré punto por punto este programa y lo haré gustosamente, cueste lo que cueste.

Esta debe ser la vida de todo sacerdote. Somos ministros de Cristo. Debemos llegar hasta consumar nuestra vida por El, porque Cristo es la vida de nuestra vida. ¡ Mihi vivere Christus est! Y también porque nuestra Madre dice: Hoy, la vida de muchos hijos míos predilectos está verdaderamente tan cargada de sufrimientos…

Si podéis hoy quitarle una espina y darle una alegría, ¡haréis la cosa más hermosa! (aplausos). ¡ En obsequio a su corazón! Pero son cosas de la vida, no es el destino.

Hermanos sacerdotes: Ved que entonces sois signo de consolación. La Virgen os da el espíritu de alegría y consuelo, mirando a su Corazón Inmaculado y os convertís en signo de gozo y consolación.

Pero preguntaréis ¿qué está haciendo a través de nosotros la Madre? Realiza en lo profundo el triunfo de su Corazón.

Pero lo debe realizar a escondidas porque el demonio está enfadado a causa de ello. Y os voy a preguntar algo para saber si a vosotros os acontece lo que a mi.

Todos los días, el demonio aumenta en mí sus insidias, sus tentaciones, sus tormentos de mil modos y maneras. ¿Os acontece también a vosotros esto? ¿Sí o no? (Muchos responden: sí, sí, también.) Es buena señal! ¡ “Bravi”!

La Virgen está obrando en el secreto de su Corazón algo muy grande: ¡el triunfo de su Corazón Inmaculado!

El mundo se ha convertido en un desierto, no se ve ninguna luz. Hay algunos brotes de hombres de buena voluntad. Y he aquí que de su Corazón parte su voz, la palabra que escucháis porque tenéis corazón de niños, oídos de pequeños y siembra en vuestro corazón signos de esperanza.

En estos tiempos, en que todos estáis desanimados, debéis oír la palabra de la Virgen como un mazazo en la cabeza. Si Jesús ha dicho que dondequiera haya una mecha que aún humee, El la mantendrá encendida, hoy la Madre Celeste, dondequiera se encuentre el sufrimiento, quiere derramar una palabra de esperanza.

Os lo he dicho ya que el castigo lo estamos viviendo.

Os he dicho que no hay sacerdote sin sufrimiento, ni tampoco fiel cristiano. Si tuvieseis los ojos de la Madre, veríais cuánto sufrimiento a nuestro alrededor. Y entonces decid una palabra de esperanza, de consolación.

Pero, sobre todo, su mensaje es: una invitación a la salvación, es una invitación a la misericordia. No obstante las dificultades y los sufrimientos que la Iglesia está llamada a soportar, y las dolorosas horas de agonía y de pasión, porque estamos en el tiempo de su sangrienta purificación; se prepara para ella, para la Iglesia, el momento de un renovado esplendor, de un segundo Pentecostés. El Papa, y El sabrá el porqué, lo hace coincidir con el año 2000, lo habéis escuchado esta mañana. Pero pienso también yo que el triunfo del Corazón Inmaculado no acontecerá en el 3000. La purificación y el castigo: en los últimos años del presente siglo. La nueva era, los cielos nuevos y la tierra nueva ¡ antes del 3000!

“Hijos míos, tan amados, no perdáis jamás la confianza y la esperanza.

Bajo el grande y vasto clamor, que el mal logra difundir por doquier, están floreciendo, en el silencio y el escondimiento, muchos brotes de bondad y santidad (1 de enero de 1985).

¡ En el silencio! ¡Justo! Releyendo los nuevos mensajes he llegado a obtener un signo, el 13 de octubre, y me digo: ¡ Madre!, ahora me pongo a leerlos con la mentalidad de un racionalista, y debo decir que éstas no son palabras mías; no soy capaz de escribir así, deben de ser tus palabras…

Y bien, en determinado punto, entre las armas que nos pide que usemos, además de la oración, el rosario, el sufrimiento, la docilidad, la inmolación nos pide: ¡ el silencio!

Dice: “Hoy, el arma de mi Adversario es la palabra. La usa en todos los sentidos: para embrollar, para engañar, para seducir. Hoy vivís el trauma de una nueva Torre de Babel. Usáis las mismas voces para no comprenderos. Como arma os pido el silencio interior y exterior, para que sea Yo, y a través de Mí sea Jesús quien os hable. Hablad, hablad sólo con la vida”.

Y ahora de nuevo dice: “En el silencio y el escondimiento están floreciendo muchos brotes de bondad y santidad. Estos preciosos brotes de nueva vida son cultivados cada día en el secreto jardín de mi Corazón Inmaculado” (1 de enero de 1985).

Pero es también un mensaje de aliento y consolación: “Una grande y sangrienta prueba está a punto de sacudir toda la tierra para prepararla a su completa renovación y al triunfo de mi Corazón Inmaculado. Pero cuanto más fuerte sea la prueba, tanto más grande será mi presencia junto a cada uno de vosotros para que podáis ser confortados y alentados por Mí.

Si vivís en mi Corazón Inmaculado, nada de lo que os pueda acontecer, os podrá turbar.  (1 de enero de 1985).

El Padre Cuomo os podrá contar… (Recuerda lo que le aconteció al P. Cuomo, y cosa insólita, los cuatro ladrones huyeron despavoridos ante el grito de D. Cuomo: ¡ disparad contra mí!)

Luego continúa D. Gobbi: Probablemente no asaltarán nuestra casa porque saben que tenemos poco dinero, pero cuántos otros ladrones tratan de venir a robarnos algo mucho más precioso.

No lo lograrán si estamos dentro de este Corazón Inmaculado. ¡ No lo lograrán!: “Porque cuanto más fuerte sea la prueba, tanto más grande será mi presencia junto a cada uno de vosotros para que podáis ser confortados y alentados por Mí.

Si vivís en mi Corazón Inmaculado, nada de lo que os pueda acontecer, os podrá turbar; dentro de este refugio materno, estáis siempre al seguro, rodeados de la luz y de la presencia de la Santísima Trinidad, que os ama y os envuelve con su divina protección” (1 de enero de 1985).

Finalmente es: Un mensaje de salvación y de misericordia.

Y ved ¡qué hermoso es!: “Debéis ser mi potente auxilio, que quiero ofrecer hoy a toda la humanidad para conducirla a retornar de nuevo al camino del bien y del amor.

Yo soy la senda de este retorno.

Yo soy la Puerta de la divina misericordia.

Quiero que, a través de vosotros, todos mis hijos descarriados, puedan volver al Señor, que les espera con el ansia y la alegría de un Padre que los ama y los quiere salvar.

Así os convertís también en instrumentos de la divina Misericordia en estos tiempos en los que se prepara el mayor triunfo del Amor Misericordioso de mi Hijo Jesús.

Para ser vuestra confianza, vuestra consolación y vuestra salvación en este final de los tiempos que estáis viviendo, me manifiesto hoy de manera tan fuerte, a través de los mensajes que doy, por medio de este mi pequeño hijo, y de las apariciones que realizo de modo continuo y extraordinario en muchas partes del mundo:

Creed en mis invitaciones, acoged mis mensajes, mirad mis signos! Soy la Reina de la Paz; soy el inicio de los tiempos nuevos; soy la aurora del nuevo día” (1 de enero de 1985).

Por tanto, el triunfo del Corazón Inmaculado, el milagro de la divina Misericordia, la Virgen lo realiza a través de nosotros, porque quiere hacer de nosotros los instrumentos de la divina Misericordia.

Bajo este concepto (ved que miro el reloj para no cansaros) he quedado sorprendido leyendo un capítulo del Siervo de Dios, aun que aún no ha sido introducida su causa de beatificación, D. Dolindo Ruótolo, un santo sacerdote napolitano, muerto hace quince años.

25

(En la circular nº 26 RR, de abril del 84 publiqué una breve cronología de su vida. N. del T.)

Cuando habla del castigo, o de lo que nosotros llamamos impropiamente así, lo presenta como obra maestra de la divina Misericordia.

Si me lo permitís os leeré dos paginitas, aunque me parece que hace un par de años os las leí; pero sucede, que con el correr de los años, pasa también la memoria, y ciertas cosas conviene refrescarlas. Además, están presentes nuevos ejercitantes. ¿Estáis de acuerdo?

“María debe reconducirnos a Jesús, porque el mundo se ha alejado mucho de El. Y estando tan lleno de misericordia (pensad que esto lo habrá escrito D. Dolindo hace quince años… ¿Cuántos años hace que murió D. Dolindo? Uno responde: Murió el 19 de noviembre de 1970. Va a hacer ya dieciséis años que murió. Otro dice que lo escribió hace dieciocho años. Es lógico, apostilla D. Gobbi, debió escribir antes de morir. Risas).

Entonces continuamos: ¡ Oh, no ponderamos en qué estado se encuentra la tierra, y en qué se han convertido las almas.

Se echa en olvido a Dios, se le desconoce. La criatura se idolatra a sí misma, y se exhibe así para darse y convertirse en el ídolo de todo el que pasa a su lado.

La Iglesia languidece y todas sus riquezas espirituales están sepultadas. Sus sacerdotes permanecen inactivos, con frecuencia rebeldes, perversos e inútiles para la vida del Señor.

El mundo se ha convertido en un campo de muerte. Ninguna voz lo despierta a no ser que una gran misericordia lo levante. Debemos, por esto, implorar esta misericordia, volviéndonos a María, tierna Madre.

¡Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra! ¡ Dios te salve!

¿Qué creemos que es la misericordia?

No es solamente la indulgencia, sino también el remedio, la medicina, la operación quirúrgica.

La primera misericordia que debe tener esta pobre tierra, y la Iglesia la primera, debe ser la purificación. No nos espantemos, no temamos, pero es necesario que un huracán terrible se desate: primero sobre la Iglesia, y después sobre el mundo.

La Iglesia parecerá como abandonada, y en todas partes la abandonarán, y sus ministros deberán incluso cerrar las Iglesias.

El Señor con su potencia cortará todas las ligaduras que ahora la encadenan a la tierra y la paralizan.

Han abandonado la gloria de Dios por la gloria humana, por el prestigio terreno, por el fasto exterior. Y todo este fasto será arruinado por una persecución terrible, sangrienta.

Entonces, se verá de qué sirven los apoyos humanos. Y cómo hubiera valido más apoyarse en Jesús solo, que es la verdadera vida de la Iglesia. Cuando veamos que los Pastores son arrojados de sus sedes v reducidos a vivir en pobres tugurios. Cuando veamos que se priva a los religiosos de todos sus haberes, cuando veamos abolidas las grandezas externas, diremos que ¡el Reino de Dios es inminente!

Todo esto es misericordia, no es un mal.

Jesús quiere reinar dilatando su amor, y muchas veces se lo han impedido.

Y por tanto, El destruirá todo lo que no es suyo y herirá a sus ministros para que privados de todo humano apoyo, vivan solamente en El y para El.

He ahí la verdadera misericordia. Y así, Ella ordenará esto, que parece un gran revés, y sin embargo es un gran bien, porque Ella es Madre de la Misericordia.

El Señor comenzará con su propia casa y de ésta pasará al mundo.

La iniquidad llegará al colmo, se arruinará por sí misma y desaparecerá.

Después de la misericordia de la purificación y junto con ella, vendrá la misericordia de la renovación. Y ésta se establecerá en el amor eucarístico de Jesús.

El revigorizará en el corazón de sus criaturas su vida y la vida cristiana como nunca lo fue desde el principio de la Redención, como no lo será ya jamás.” (Del libro de D. Dolindo: “Cosi ho visto I´Immacolata”.)

Este será el triunfo del Corazón Inmaculado. Estos los nuevos cielos y la nueva tierra de los que continúa hablando que será en el Reino glorioso de Cristo Eucarístico, que se convertirá en el Sol que iluminará la Iglesia renovada y la humanidad salida de una tan gran purificación.

Hermanos sacerdotes: Se nos prepara para esto. Por esto, de igual modo que mirando a Aquel a quien traspasaron, se llenaron de un espíritu de gozo y de consolación, así mirando hoy a la Iglesia traicionada, también hoy nos llenaremos de ese mismo espíritu de alegría y consuelo.

La Virgen Santísima con la consagración nos hace entrar en su Corazón Inmaculado y nos hace sus sacerdotes, apóstoles de los últimos tiempos, previstos en visión por Montfort, descritos como el carné de identidad de un sacerdote del Movimiento, no con signos externos (se vuelve al P. Miguel, Responsable de Inglaterra y recuerda la anécdota de aquella carismática inglesa que quería que D. Gobbi acuñara un distintivo para el M.S.M. en parte con “sus visiones” y en parte “con las” de D. Gobbi. La anécdota y la respuesta de D. Gobbi ya la conocéis. Se recoge en la circular nº 28 RR, de su reciente visita a España), sino en una mano el crucifijo, que debe ser anunciado y vivido para que sólo Jesucristo Crucificado sea la salvación de nuestra actual generación tan pervertida. Y en la otra mano el Rosario, síntesis del Evangelio y de la perfecta oración. Y en segundo lugar: lo que el Papa dijo en la Romagna: “que el mundo se encuentra hoy frente a un dilema decisivo, que ninguna generación lo ha tenido a lo largo de la historia: o un florecer inesperado de todos los valores, o una inevitable caída de ellos sin retorno”. ¿Qué habrá querido decir el Papa con la frase: “o una caída de ellos sin retorno”? Meditemos juntos estas palabras.

Y veréis por qué la Virgen dice: Sacerdotes, estad en mi Corazón para que seáis como Jesús desea: ¡ santos!

Pero esta santidad la debéis expresar a través de la vía del corazón.

Y aqui se indica en concreto lo que hay que hacer: una oración que pasa por la vía del corazón, vuestra santidad, vuestro apostolado, vuestra infancia espiritual, vuestro sufrimiento, a fin de que os convirtáis en aquella luz de Sabiduría, que saliendo de mi Corazón, fecunde el desierto del mundo con nuevos brotes, que Yo en el silencio, todos los días, voy formando y preparando para los tiempos nuevos que os aguardan.

Para esto tenéis dos medios: 1º El secreto está aquí, en este libro de los mensajes.

Cuando me dieron el nuevo libro, me entristecí, porque han estampado en primera página una fotografía mía. Jamás yo lo hubiera hecho. Pero después me he humillado y he dicho a la Madre: Si sirve para tu gloria, estoy contento, porque en esta fotografía están: “il brutto e la Bella” (el feo y la Hermosa). (Risas y aplausos.)

Pero lo curioso es que siendo feo, Ella sigue haciendo el bien, y hace a todos cada vez más bellos en su Corazón Inmaculado.

Hermanos sacerdotes: Yo mismo he olvidado un poco este libro, dejando transcurrir el tiempo. Pero ahora que lo he vuelto a tomar en mis manos, la Virgen me lo dice todo. La Virgen resolvió el problema, y aquí indica el camino, tan sencillo.

Me he dado incluso cuenta de lo mucho que me he alejado del modelo que me trazó: “Mi pequeño hijo, piensa sólo en Mí. A través de ti quiero hacer patente a tus hermanos, la delicadeza de mi Corazón materno. Viéndote y encontrándote, deben ver y encontrarme a Mí misma”.

Pero observad, queridos hermanos, qué verdadero es lo que dice. Daos cuenta qué difícil es ser tal como nos desea la Virgen, si nos miramos sólo a nosotros mismos. Pero reflexionad que no es fácil vivir cada día cuanto Ella nos dice.

Me ven a mí, y se encuentran con un sacerdote nervioso, desordenado, con su mal carácter, impulsivo, que de vez en cuando trata mal a sus hermanos y entonces a los que me ven de cerca les viene la crisis y dicen: Pero este tipo ¿es D. Esteban? Sí, éste es D. Esteban todo entero, vivito y coleando, porque no dejo que Ella viva en mí. Si la dejara vivir a Ella, sería atento, delicado, silencioso, comprensivo, paciente, sonriente, una caricia para todos. (Admirable rasgo de humildad: Nota del T.)

Debemos estar todos allí (en su Corazón), pero esto me lo digo también a mi.

Y luego, hermanos sacerdotes, la segunda ayuda son los Cenáculos.

Mirad, ahora debería contaros un poco su historia, pero el tiempo apremia y debo concluir.

¿ Por qué la Virgen pidió casi a renglón seguido de creado el Movimiento, los Cenáculos? En efecto, el 17 de enero de 1974 la Virgen dice: Debéis reuniros en Cenáculo… Como en el Cenáculo debéis encontraros para orar Conmigo… Cuando os reunís en el Cenáculo, Yo estoy presente, no sólo espiritualmente, sino también realmente…

El Responsable de Alemania me hacía muchas preguntas y muy difíciles. Me decía que un teólogo le preguntaba qué quería decir “espiritualmente” y “realmente”. Pero yo no pido a la Virgen tales explicaciones. La Virgen está en el Paraíso en cuerpo y alma. Y me parece que no hay problema en que esté aquí o en Medjugorje; en la India o en Australia. La Virgen puede estar, aun con su cuerpo glorioso, aunque no la veamos, en medio de nosotros. ¿Es verdad o no? Es verdad, no hay ninguna dificultad en eso. Y lo está! porque la percibe el corazón, la ve el alma, y algunas veces también la veo yo corporalmente.

Y María está en medio de nosotros porque mantiene sus promesas.

Y luego para amarse y vivir la verdadera fraternidad como hermanos.

Pero, hermanos sacerdotes, hoy es difícil vivir la comunión, y no por culpa nuestra, sino porque a mí me ha dicho la Virgen que éste es el siglo de Satanás, y cuando en determinado momento se le da pie, entra el dominio de Satanás y puede causar por doquier la división.

En las familias, el marido dice una cosa, la mujer lo entiende al revés y comienza la lucha. Pero lo dice también para las comunidades religiosas, y para los sacerdotes. Hoy resulta difícil vivir en comunidad.

Una vez me encontré con una comunidad formada por tres frailes. Muy contento digo: ¡ Qué fortuna!, sois tan sólo tres, será fácil ponerse de acuerdo. ¡ No, padre, no, es muy difícil que nos pongamos de acuerdo los tres!

Y, entonces, ¿queréis formar una comunidad de uno solo? Y lo mismo sucede entre sacerdotes. Este es el problema, hermanos.

Quería leeros algunas frases. Os conmoveréis de la ternura que usa la Madre. Las recordamos en la introducción, cuando se habla de la estructura de los Cenáculos.

Escuchadlas: “Mas ¿por qué os quiero unidos en Cenáculo Conmigo?

Para amarse y vivir en la verdadera fraternidad en compañía de la Madre. Es necesario que hoy mis sacerdotes se conozcan, se ayuden, se amen de verdad, sean como hermanos reunidos por la Madre. ¡Hay demasiada soledad, hay demasiado abandono hoy para mis sacerdotes!..

¡ Es verdad! ¡ Soledad aun física! Una vez un querido amigo mío sacerdote, de 32 años, lo destinan a una parroquia de montaña, a mil metros de altura, con quinientas almas. Y le digo: estás solo, ¿no tienes quien te acompañe siquiera en la comida?

No, no tengo a nadie, D. Esteban. Hago la compra para toda la semana y me las apaño como puedo. Pero luego me he dado cuenta que con este plan peligraba mi salud, y he encontrado una buena familia que me da comida y sobre todo calor de hogar.

Se da, también, esta soledad ¿sabéis? Sí, existe. “No los quiero solos: que se ayuden, se amen, se sientan y sean verdaderamente todos hermanos” (17 de enero de 1974).

Sacerdotes, dad el testimonio de sacerdotes que se miran, de sacerdotes que se buscan, de sacerdotes que se aman. Hoy también entre el clero existe la división. Pasa un sacerdote al lado de otro y no se saludan. Aquí está el triunfo del Corazón Inmaculado de María.

Y luego, por último, hermanos sacerdotes: Para aprender a vivir la consagración.

En el primer cenáculo se reunieron doce sacerdotes. Y después a partir de ese año a dondequiera voy la Virgen me reúne con centenares y millares de sacerdotes.

No para mi gloria, sino para la gloria de María, el año pasado, en el 85, tuve la alegría de presidir 132 Cenáculos, en los que participaron 2 cardenales, 16 obispos, 3.600 sacerdotes y más de 84.000 fieles. (A continuación enumera los Cenáculos hechos en cada nación, que suprimo para no alargar excesivamente la circular.)

Esto es una realidad. Esta es la Iglesia, movida por el Espíritu Santo que prepara los tiempos nuevos. La Iglesia se prepara para cuando llegue el castigo lleno de misericordia, y el nuevo Pentecostés, como habéis escuchado. Debemos estar preparados. Me diréis ahora: D. Esteban ¿qué hacemos?

Porque vamos siempre al Cenáculo para recitar tres rosarios y… Y ¿qué más hay que hacer? ¿Charlar? Hoy es la oración. Leed lo que dice el Papa en su última encíclica “Dominum et vivificantem” sobre la oración. Es necesaria para obtener el Espíritu Santo que renovará la Iglesia y el mundo. ¡ No la cháchara!

(Aquí al volver la cinta se pierde un párrafo, pero creo que no es importante dentro del contexto.)

Estamos en el corazón del Papa, pero estamos también en el corazón de la Iglesia.

María nos recoge en el cenáculo para hacernos sus sacerdotes, porque nuestro sacerdocio pasa por su Corazón, y así nos convertimos en signo de su materna misericordia y también de la divina.

Y ahora (excusadme, son las cinco y media) leyendo la encíclica he encontrado este párrafo con el cual quiero concluir esta meditación. Es el nº 66, el último antes de la conclusión de la encíclica. Os invito a leerlo y meditarlo todo entero.

Dice el Papa: “En medio de los problemas, de las desilusiones y esperanzas, de las declaraciones y retornos de nuestra época, la Iglesia permanece fiel al misterio de su nacimiento. Si es un hecho histórico que la Iglesia salió del cenáculo el día de Pentecostés, se puede decir en cierto modo que nunca lo ha dejado. Espiritualmente, el acontecimiento de Pentecostés no pertenece sólo al pasado: la Iglesia está siempre en el cenáculo que lleva en su corazón. La Iglesia persevera en la oración como los apóstoles junto a María, madre de Cristo, y junto a aquellos que constituían en Jerusalén el primer germen de la comunidad cristiana y aguardaban, en oración, la venida del Espíritu Santo.

La Iglesia persevera en oración con María. Esta unión de la Iglesia orante con la madre de Cristo forma parte del misterio de la Iglesia desde el principio: la vemos presente en este misterio como está presente en el misterio de su Hijo. Nos lo dice el Concilio (salta D. Gobbi este párrafo con las justificaciones que da el Concilio y prosigue):

“De este modo se comprende el profundo sentido del motivo por el que la Iglesia, unida a la Virgen madre, se dirige incesantemente como esposa a su divino esposo, como lo atestiguan las palabras del Apocalipsis que cita el concilio: “El Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: ¡ Ven!” La oración de la Iglesia es esta invocación incesante en la que “el Espíritu mismo intercede por nosotros ; en cierta manera, El mismo la pronuncia con la Iglesia y en la Iglesia. En efecto, el Espíritu ha sido dado a la Iglesia para que, por su poder, toda la comunidad del pueblo de Dios, a pesar de sus múltiples ramificaciones y diversidades, persevere en la esperanza en la que “hemos sido salvados”.

Es la “esperanza escatológica”, la esperanza del cumplimiento definitivo en Dios, la esperanza del reino eterno, que se realiza por la participación en la vida trinitaria. El Espíritu Santo, dado a los apóstoles como Paráclito, es el custodio y el animador de esta esperanza en el corazón de la Iglesia.

En la perspectiva del tercer milenio después de Cristo, mientras “el Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: ¡ Ven !”, esta oración suya conlleva, como siempre una dimensión escatológica destinada también a dar pleno significado a la celebración del gran jubileo. Es una oración encaminada a los destinos salvíficos hacia los cuales el Espíritu Santo abre los corazones con su acción a través de la historia del hombre en la tierra”.

(Y aquí la frase que me llena de asombro y que voy a leer despacio para que también vosotros la podáis meditar 🙂

“Pero al mismo tiempo, esta oración se orienta hacia un momento concreto de la historia, en el que se pone de relieve la “plenitud de los tiempos”, marcada por el año 2000. (Esta es la frase: ¿Qué quiere decir el Papa con ella?)

La Iglesia desea prepararse a este jubileo por medio del Espíritu Santo, así como por el Espíritu Santo fue preparada la Virgen de Nazaret, en la que el Verbo se hizo carne”.

Llegados a este punto, dice D. Gobbi: Comprendéis por qué la Virgen desde 1974 nos pide a los sacerdotes, sus hijos predilectos, una sola cosa:

MULTIPLICAD VUESTROS CENACULOS DE ORACION

¡ Laudetur Jesus Christus!

NOTA: El profesor D. Pierangelo Gramaglia, que enseña Patología en la Facultad Teológica Interregional Católica, sección paralela a la de Turín, especializado en el estudio de la Teología y el pensamiento cristiano de los primeros siglos, en su opúsculo: “Verso un rilancio Mariano?” (en el cual trata también de las apariciones de Mediugorje), critica, sin ningún argumento serio y en una forma escandalosa, a D. Esteban Gobbi y al M.S.M.

Un nutrido grupo de sacerdotes del M.S.M. han creído un deber dar una adecuada respuesta y ruegan se publique el siguiente artículo.

El artículo de contrarréplica se publicó en el suplemento al nº 28 de la revista “Messaggio di amore e di dolore”, mayo 1986.

Tengo a la vista la réplica dada por nuestros hermanos al profesor Gramaglia, y de ella se deduce lo mal que digiere la devoción a la Virgen, la función de Pedro en la Iglesia, la visión cristiana del sentido de la vida, y otras verdades y principios de la Iglesia unida a Pedro, lo que hace que temblemos por el porvenir de la Iglesia, siendo profesor de una Facultad.

Sirva de ejemplo de su posición esta estúpida andanada sobre las apariciones de Medjugorje: “Llegados a este punto el gentil lector se preguntará: Pero en resumidas cuentas, ¿qué piensa de Medjugorje? ¿Cree o no cree? Responderé que, como creyente católico, por principio, no tengo dificultad en creer en las apariciones de la Virgen; me reservo sólo medir el coeficiente intelectual de sus diversas intervenciones, para ver si de una a otra aparición progresa. Apenas me sea posible haré mi aparición a la Santísima Virgen de Mediugorje, y trataré de explicarla que yo soy un católico de la Europa occidental y que en esta parte no somos, desde luego, tan perversos como se lo han hecho creer desde que ha comenzado a tener trato frecuente, demasiado frecuente, con los pueblos eslavos, puros o híbridos”. ¡Sin comentarios!

El día 4 de julio, primer viernes de mes, después de la cena, hicimos una procesión con la imagen de la Virgen de Fátima. Cantamos las letanías y fue muy emotiva. Ya dentro de la capilla la Santísima Virgen, a través de D. Gobbi en trance, nos dio el siguiente mensaje de viva voz:

“Hijos míos predilectos: no quiero que descendáis de este monte, donde durante una semana entera habéis permanecido unidos a Mí en incesante oración, en una fraternidad vivida, querida y guiada por Mí, sin que os diga toda la alegría que ha experimentado, en estos días, el Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste, tan dolorosa,

Vuestro amor ha sido dulce bálsamo sobre cada una de mis heridas. Vuestra oración, hecha Conmigo, ha sido una potente fuerza, que me habéis dado para ofrecérsela a la Justicia del Padre, y para que pueda hacer descender pronto, muy pronto, la lluvia de fuego y de gracia del Espíritu Santo, que transformará y renovará todo el mundo, realizando así el mayor milagro del Amor Misericordioso de mi Hijo Jesús.

No quiero que descendáis de este monte sin antes expresar a todos y cada uno de vosotros mi agradecimiento materno.

¡Mirad a mi Corazón!, ¡ entrad en mi Corazón!, ¡vivid siempre dentro de mi Corazón!, y vendrá sobre vosotros un espíritu de gozo y consolación. Habéis subido aquí con muchas preocupaciones, marcados por muchos sufrimientos, saturados también del desaliento, tan humano.

Habéis subido preguntándoos en vuestro corazón ¿qué nos dirá de nuevo este año nuestra Madre del Cielo?

Hijos míos predilectos, mirad a mi Corazón Inmaculado, y descenderá sobre vosotros un espíritu de gozo y consolación.

Soy vuestra madre: veo las dificultades que vivís; veo el agobiante dolor del tiempo presente; las sangrientas horas que os esperan en la purificación que estáis viviendo. Veo cómo, a veces, vuestra vida queda marcada por la tristeza; veo también los momentos en que el desconsuelo y el desaliento os oprimen, porque hoy mi Adversario os insidia sobre todo con la duda y la desconfianza.

¡Mirad a mi Corazón Inmaculado, y dentro de vosotros saltará, como una cascada, un espíritu de gozo y de consolación!

¿Por qué dudáis? ¿Por qué estáis tristes? Estoy en cada momento a vuestro lado; jamás os abandono. Soy vuestra madre, y el peso de las dificultades que vivís, me reclaman a vuestro lado.

De mi Corazón parte un rayo de luz: es la luz de vuestra Madre, Virgen fiel, que ilumina vuestra mente, y la atrae dulcemente a comprender el misterio de la Palabra de Dios, a penetrar profundamente en el secreto del Evangelio.

En la oscuridad, que ha descendido sobre el mundo, y que se difunde dentro de la Iglesia, cuántas mentes se han oscurecido por los errores, y se han agostado por la difusión cada vez más vasta de las dudas; cuántas inteligencias se han contagiado del error, que lleva a muchos a perderse y a alejarse del camino de la verdadera fe.

Estos son los tiempos en que muchos pierden la fe dentro de la Iglesia, aun entre mis hijos predilectos.

Si miráis a mi Corazón Inmaculado ,y dejáis que penetre en vosotros el rayo de mi luz, vuestras mentes obtendrán el don de la divina Sabiduría, los atraerá la belleza de la Verdad, que Jesús os ha revelado. Alimento cotidiano de vuestra mente será sólo la Palabra de Dios.

¡ Amadla, buscadla, custodiadla, defendedla, vividla! Caminaréis así, hoy, mientras la gran apostasía se difunde, en el gozo y la consolación de permanecer siempre en la verdad del Evangelio.

Cuando habéis llegado aquí arriba, he mirado vuestras almas, jardín de mi celeste y materno dominio, y las he visto todavía oscurecidas por pecados, que a causa de vuestra humana fragilidad, cometéis con frecuencia.

No hay en vosotros los grandes pecados, que procuráis no cometerlos más. Pero también desagradan a mi Corazón los pequeños, esos que vosotros llamáis veniales, como puede ser el egoísmo, el amor propio, la incapacidad de creer y entregaros a Mí con la docilidad de los niños, los cotidianos compromisos con el mundo, el apego a las criaturas y a vuestro modo de pensar. Son pequeñas sombras que oscurecen la belleza de vuestra alma.

Durante estos días, mi mano materna ha pasado y disipado todas estas sombras.

Caminad en el gozo y la consolación de sentiros amados y conducidos por Mí para haceros más puros, más buenos, más caritativos, más santos, más bellos.

Vuestras almas deben bajar de este monte más luminosas, renovadas por la gracia de Jesús, mientras el Padre se inclina sobre ellas con amor de predilección, y mi divino Esposo, el Espíritu Santo, las transforma en una perfecta imitación de Jesús, mi divino Hijo.

Habéis subido aquí, y he visto uno por uno vuestros corazones: están marchitos por la aridez, cerrados sobre si mismos y endurecidos por las pruebas que estáis viviendo.

Y, entonces, me he acercado maternalmente a cada uno de vosotros; he tomado vuestro corazón en mis manos, lo he puesto en el horno ardiente de mi Corazón de Madre y lo he introducido en lo profundo del Corazón divino de mi Hijo Jesús.

¡ Mirad a este Corazón que ha sido traspasado por vosotros! ¡ Entrad en la herida del Corazón de Jesús, y dejaos transformar cada día por el fuego ardiente de su divina caridad!

Este Corazón es un mar de amor infinito y recoge toda humana debilidad, quema todo pecado, llama siempre a una cada vez mayor caridad, porque el Amor debe ser amado y cada don exige su respuesta.

Aquí dentro, como el oro en el crisol, vuestros corazones son continuamente transformados por la llama de una ardiente caridad, y de este modo os hacéis cada vez más dóciles, humildes, mansos, misericordiosos, buenos, pequeños, puros. Sí, formados en el mar infinito del divino Amor renacen vuestros nuevos corazones y un nuevo espíritu para que podáis dar testimonio de amor, llevar por doquier el amor, y convertiros así vosotros mismos, en espíritu de gozo y consolación para todos.

¿ No comprendéis aún que estos son los años de la dolorosa purificación, que está a punto de alcanzar ya su más sangrienta cima?

¿Por qué todavía os preguntáis? Estos son mis años. Por esta razón os he querido aquí y, durante estos Ejercicios Espirituales, que han sido un Cenáculo continuado, he derramado gracias extraordinarias sobre cada uno de vosotros.

Por ahora no lo comprendéis, porque son como una semilla sembrada en vuestras almas, pero más adelante lo comprenderéis, y, entonces, volveréis vuestros ojos aquí, a este monte, y comprenderéis todo lo que he hecho por vosotros en estos días.

¡ Aquí ha habido un verdadero Cenáculo, como el de Jerusalén!

Aquí vosotros, mis apóstoles, os habéis unido en la oración Conmigo, porque el nuevo Pentecostés está ya a las puertas.

Aquí os he introducido para que comprendáis el secreto de mi Corazón Inmaculado, para que cuando descendáis de este monte, os convirtáis en mi signo de gozo y consolación para todos. No podéis regresar como habéis subido; descended Conmigo.

Mirad esta humanidad tan árida. Cuántos hijos míos han muerto porque han sido asesinados por el pecado y el odio, por la violencia y la impureza, víctimas del vicio y de la droga.

¡ Son hijos míos: desesperados, afligidos, necesitados de auxilio!

Con vuestro amor les llegue mi palabra materna y sed para ellos signos de mi gozo y consolación.

Y, luego, entrad en el corazón de la Iglesia. Sed signos de gozo y consolación para el Papa, mi primer hijo predilecto, que hoy sufre tanto, abandonado, criticado, contestado.

Sed vosotros el sostén de amor, que mi Corazón materno le ofrece, porque también El necesita hoy de un espíritu de gozo y consolación, y se lo quiero dar a través de vosotros, mis sacerdotes e hijos predilectos.

¡Amad al Papa, seguidlo, defendedlo!

Tratad de comprender el misterio de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, hoy dividido y lacerado, al que debéis recomponer en la unidad. Hoy se vilipendia este Cuerpo y se le flagela aún por los pecados que se difunden cada vez más.

Reparad todos los pecados, ayudando a muchos hijos míos a liberarse de ellos, a través del ejercicio del Sacramento de la Reconciliación que, por medio de vosotros, debe brillar de nuevo en toda la Iglesia.

Inclinaos Conmigo y besad las heridas de esta hija mía amadísima, de la que también sois hijos, porque la Iglesia sólo se podrá renovar por la fuerza de vuestro amor sacerdotal.

Entonces os convertís en signos de la nueva era, que ya comienza, en medio del más crudo invierno de su dolorosísima pasión.

En la agonía que está aún viviendo, sois el cáliz del consuelo, que el Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste, le da a beber para que recobre sus fuerzas y camine con alegría. Os convertís así hoy en un espíritu de gozo y consolación para toda la Iglesia.

No os desaniméis. Mi triunfo ha comenzado ya. En mi Corazón, en vuestros corazones, en el silencio de vuestras vidas sacerdotales, consagradas a Mí y por Mí inmoladas, el triunfo de mi Corazón Inmaculado ha comenzado ya.

¡ Gracias por el consuelo que me habéis dado! Acojo los deseos y las peticiones que me habéis hecho. Bendigo vuestro apostolado, a las almas confiadas a vuestros cuidados, vuestro difícil ministerio.

Bendigo vuestras vidas: son preciosas para Mí. Mañana descenderéis de este monte para regresar a vuestras casas.

Os acompaño con mi materna bendición. Nada temáis ya; estoy siempre con vosotros. En vosotros y con vosotros soy el comienzo de los tiempos nuevos;, soy la Madre de la esperanza y de la consolación; soy la Reina de la Paz.

Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.”

Con este mensaje de la Virgen tan alentador y lleno de esperanza he llegado al fin de mi trabajo. Os llegará la presente circular con un cierto retraso. Todos sabéis que en el mes de agosto se pone el letrero de “cerrado por vacaciones”, y se semiparaliza el ritmo de la actividad laboral. Pero ¡ no importa!, pues lo que nos dice nuestro querido D. Gobbi no son palabras circunstanciales, sino “espíritu y vida”; palabras que “no pasan” porque su esencia son el Evangelio y Magisterio auténtico de la Iglesia. Palabras que la Madre nos recuerda y transmite porque Ella las conservó y meditó la primera en su corazón. Debemos intensificar nuestros Cenáculos de oración para que por la poderosa intercesión de su Corazón Inmaculado, el Espíritu Santo renueve la faz de la tierra con un nuevo Pentecostés de luz y de amor.

El Santo Padre comparte también esta gran esperanza de que al final del gran jubileo, que cerrará el presente milenio, “todo hombre verá la salvación de Dios”.

Mientras tanto, el sombrío cuadro que nos pinta el Santo Padre en su última encíclica “Dominum et vivificantem”, los signos y señales de muerte del mundo contemporáneo, que rechaza frontalmente a Dios, están a la vista de todos, aun en nuestra querida patria.

La prensa nacional sensata se hacía eco de los últimos ultrajes a la Santísima Virgen. Uno de los periódicos decía: “Con el cartel de “no hay billetes”, y sin ningún incidente durante la blasfema representación se representó en Zaragoza: “Los virtuosos de Fontainebleau”, un agravio a la Virgen del Pilar”.

Lo mismo se repitió en Olite: ¡ Olite y Tafalla, la flor de Navarra! Y también en Valencia con el último montaje: “Vicenteta de Favara”.

Nos unimos a la protesta de Mons. Yanes, y al dolor y repulsa de todos los auténticos hijos de la Virgen, que ciertamente son mayoría en esas tan queridas y marianas provincias. Es, también, un motivo más, para que todos los adheridos al M.S.M. acudamos a nuestros cenáculos para desagraviar a la Virgen, y para pedirla que envíe a esos pobres hijos suyos descarriados, un rayo de luz y de misericordia.

Cuando despreciamos y nos burlamos de la criatura más excelsa que hay en el cielo y en la tierra es el principio del fin. Cuando los labradores de la viña despreciaron al propio hijo, y lo crucificaron “extra portam”, ellos mismos firmaron su sentencia. Ahora, en estos últimos tiempos, nos manda a su propia Madre, y si en lugar de escucharla, la escarnecemos y la hacemos llorar lágrimas de sangre, ¿ qué podemos esperar? Jesús saldrá por la honra de su madre como todo buen hijo.

Es curioso y muy significativo lo que nos dijeron los alemanes en S. Marino. Según ellos la palabra “Chernoby” significa “ajenjo”. Y ¿ quién no asocia en seguida esta palabra con lo que nos dice el Apocalipsis 8, 10-11? Dice así: “Tocó la trompeta el tercer ángel, y cayó del cielo un astro grande (a la energía nuclear se la llama también “la energía de las estrellas”), ardiendo como una tea, y cayó en la tercera parte de los ríos y en las fuentes de las aguas. El nombre de este astro (de esa energía) es ajenio. Y convirtióse en ajenjo (en horror, en amargura) la tercera parte de las aguas, y muchos de los hombres murieron por las aguas, que se habían vuelto amargas.»

A pesar del hermetismo soviético, la catástrofe de Chernobyl reviste caracteres apocalípticos. Es un signo y un aviso más para guía de caminantes. Pues según el género literario del Apocalipsis, cíclico y repetitivo, lo que sucedió una vez es tipo y figura de lo que puede suceder en otras circunstancias. (Sucedió en Hirosima, Nagasaki. .

Pasemos a otro punto. Tenemos prácticamente agotada nuestra última edición española del Opúsculo. Han sido diez mil los ejemplares que han volado cual palomas mensajeras de la paz, a todos los Continentes. Nuestros hermanos de América y nuestros misioneros, desde los más remotos rincones del mundo, nos han agradecido con sus oraciones y alentadoras cartas, nuestro humilde trabajo.

Pero de estas oraciones y agradecimiento participáis también vosotros porque, gracias a vuestros generosos donativos, podemos afrontar los grandes gastos, que nuestro apostolado lleva consigo. No tenemos cuotas fijas ni publicidad, pero la Virgen mueve los corazones también en esta vertiente tan prosaica de la vida.

Ya estamos traduciendo la última edición italiana, a la que alude D. Gobbi en esta circular. No puedo prever para cuándo os la podré enviar. Procuraré que sea cuanto antes.

Mientras tanto, tened un poquito de paciencia, y pedid al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen, que nos iluminen para que salga lo más perfecta posible.

Agradeciendo vuestras oraciones y alientos os saluda a todos en los Corazones de Jesús y María,

P. JUAN JOSE ARTEAGA

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